La penitencia del alfil by Rafa Melero Rojo

La penitencia del alfil by Rafa Melero Rojo

autor:Rafa Melero Rojo
La lengua: spa
Format: mobi
ISBN: 9788415900795
editor: EDITORIAL ALREVÉS, S.L.
publicado: 2014-12-31T22:00:00+00:00


Capítulo 38

E

l inspector jefe Alfonso Carrasco tenía a uno de sus grupos operativos intentando seguir la pista de todo aquello que el expolicía y el sargento de los Mossos d’Esquadra llevaran a cabo. Y mandó que lo informaran directa y solamente a él.

Su jefe directo, el comisario Sánchez, le había ordenado que investigara las andanzas de su excompañero y que lo detuviera si hacía la menor de las tonterías. Parecía que a pesar de los años no estaba dispuesto a olvidar aquella ofensa. Desde aquel encontronazo con Alejandro, le había quedado un tic, que era tocarse la barbilla inconscientemente cuando estaba a solas, y sobre todo en los cambios de tiempo.

El inspector no podía desobedecer una orden, y además, estaba casi a punto de jubilarse, de modo que no iba a tirarse mierda encima. Pero tampoco iba a decir a sus hombres dónde se alojaba Alejandro. Desde que había perdido a su hija, su amigo había cambiado mucho, tanto como para no darse cuenta de que aquello iba a ser el final de su carrera. Él no tenía hijos y por eso le costaba tanto imaginar el dolor que sentía el que había sido su gran amigo.

Durante mucho tiempo pensó que casi se lo había buscado. Presentarse sin la ayuda de nadie a comprobar lo de la periodista había sido una temeridad, algo reprochable desde el punto de vista operativo. Si hubiera pedido ayuda o se lo hubiera comentado a él, las cosas habrían sido bien distintas. De eso estaba seguro.

El hecho de haberle encargado la vigilancia al oficial García, que también había sido durante mucho tiempo compañero de Alejandro, era otro error, y no pequeño. Este se había dejado morder por sus objetivos, no tenía duda, y encima había alertado a Alejandro, que rápidamente lo había culpado a él, y lo que era peor, también había alertado a aquel mosso. Inmediatamente lo había cambiado de grupo y ahora había puesto en ese empeño a unos cuantos agentes de confianza. Por eso iba a centrar el tema en el sargento de los Mossos. Esta vez no iba a haber sorpresas, pero también contaba para sus fines que algunas de las gestiones las había de hacer en solitario y no necesitaba que nadie supiera de su asunto.

Si tenía al mosso y a Alejandro controlados, él se podía dedicar de pleno a lo que verdaderamente le importaba. Por eso a esas horas permanecía en su coche controlando aquella entrada. Tenía a mano su termo de café para entrar en calor, que poco a poco se iba agotando, pero ya llevaba tantos años haciéndolo que un poco de frío no iba a evitar que culminara su plan. No estaba dispuesto a permitir que aquel mosso le disputara la gloria que se había ganado durante tantos años. Además, en poco tiempo estaría jubilado. Su cuerpo ya empezaba a mostrar síntomas de cansancio. El tiempo no perdona a nadie, ni siquiera a él.



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