La novela de mi vida by Leonardo Padura

La novela de mi vida by Leonardo Padura

autor:Leonardo Padura [Padura, Leonardo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2002-01-01T05:00:00+00:00


Los que me conocen y hasta los que no me conocen suelen considerarme una persona veleidosa e inconstante, y me acusan de haber vivido una vida de poeta, exagerada siempre, al borde de los riesgos, pero sin atreverme a llevarlos hasta las últimas consecuencias. Suelen decir que, para crear mi personaje, fragüé amores fingidos, abandonos y celos, concebidos por mi febril imaginación de romántico. Se ha dicho, incluso, que fui cobarde y se ha esgrimido, como prueba, la carta que en aquel fatídico mes de noviembre de 1823 le escribí al instructor de la causa de los Rayos y Soles de Bolívar en la ciudad de Matanzas, el tal Francisco Hernández Morejón. En esa epístola yo me descargaba de culpas, le mostraba al verdugo mis manos jamás manchadas de sangre y le confesaba que nunca pretendí luchar por la independencia, sino apenas crear un ambiente favorable a ella, dentro de los límites constitucionales del país donde había nacido… ¿cómo es posible, han llegado a preguntarse mis jueces, que la misma pluma, casi el mismo día, pergeñara aquella carta de descargo y también «La estrella de Cuba», considerado ya uno de los poemas patrióticos más desgarrados que jamás se han escrito en la isla? «Que si un pueblo su dura cadena / No se atreve a romper con sus manos, / Bien le es fácil mudar de tiranos / Pero nunca ser libre podrá».

Mas ninguno de los que me condenan saben cuántos dolores había en el corazón del hombre que, leída la devastadora carta de la mujer amada, recibió casi de inmediato la noticia de que sus amigos los Aranguren y Antonio Betancourt lo habían acusado de ser un Caballero Racional y de detentar incluso el grado de Sol, por haberlos iniciado a ellos y otros más en el movimiento sedicioso. La marquesa Reina María, una vez sabida la noticia de la delación, me pidió conversar en privado. Solemne, como no la había visto hasta entonces, me dijo que en mi nueva situación no le era posible alojarme ya por más tiempo en su casa, lo cual no quería decir que debiera salir de inmediato, sino cuando halláramos alguna alternativa segura. Además, me repitió la petición de Lola de que, si comenzaban a perseguirme, escapara de Cuba por cualquier vía, pues más valía mi libertad que una impredecible estancia en prisión. Bien sabíamos todos que las represalias contra los conspiradores podían ser drásticas, y mi amada me rogaba me mantuviera libre y con vida, y que hiciera cualquier cosa por dejar abierta una puerta para mi regreso. Así, con las manos atadas, casi con un pie en la cárcel, le pedí a la marquesa se comunicara con mi tío, el único hombre en quien podía confiar, para que me sacara del ingenio y buscara el modo de escapar hacia algún país vecino.

Con la carta de Lola ante mis ojos, con su petición en mis oídos, con el corazón adolorido por la delación, con la amargura por la veleidad de los jefes



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