La luz del norte by Hideo Yokoyama

autor:Hideo Yokoyama [Yokoyama, Hideo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2019-02-22T00:00:00+00:00

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10 de mayo.

Aunque fuera el último día de la Semana Dorada, la estación de Tokio estaba tan concurrida como de costumbre. Los numerosos grupos escolares que iban de excursión se movían como bancos de peces por las instalaciones. Aose subió al tren bala de las 9.56h tratando de recordar cuándo había sido la última vez que había estado en Atami. Había reservado lugar pero, sorprendentemente, el vagón estaba vacío. Desde algunos asientos aquí y allá asomaban al pasillo las piernas cruzadas de los hombres de negocios, visiblemente relajados.

Sacó una carpeta de la bandolera y la abrió sobre la mesa que tenía delante. Contenía varios planos y artículos sobre la ampliación de la antigua Villa Hyūga diseñada por Bruno Taut y concluida en 1936. Había sido Rihei Hyūga, un empresario con profundos conocimientos de arte y arquitectura, quien le había encargado el diseño. El edificio en sí se había terminado de construir años antes, así que, en realidad, su misión se limitaba a reformar el sótano. No parecía un trabajo digno de un arquitecto de fama mundial, pero era comprensible que el gobierno japonés de la época limitara sus posibilidades tras su deserción de la Alemania de Hitler. Por eso, durante su estancia en Japón sólo trabajó en dos proyectos arquitectónicos, y la reconstrucción de la Villa Hyūga fue su único diseño completo. Allí Taut proyectó un mundo subterráneo centrado en tres estancias: un salón social, un salón de estilo occidental y otro de estilo japonés.

Mientras hojeaba el material, le llamó la atención un documento que se titulaba «Instrucciones de seguridad», y que detallaba las precauciones que debían tomar los visitantes de la mansión. Se lo había mandado por fax Ikezono, del periódico J, unos días antes. «Prohibido hacer fuego», leyó. «Prohibido golpear, tirar o rozar ningún objeto». La lista resultaba bastante cargante pero, te gustara o no, te recordaba que ibas a ver un valioso patrimonio cultural, lo que hacía más emocionante la visita.

Desde que leía libros sobre Taut todas las noches y reflexionaba sobre la profundidad de los pensamientos del arquitecto alemán hasta soñar con él, su interés había crecido hasta el punto de que no sólo lo admiraba, sino que incluso sentía cierta familiaridad con él. Aunque el objetivo de su visita fuera determinar el origen de la silla que había en la Residencia Y, no podía negar que estaba impaciente por explorar la Villa Hyūga; además, albergaba la secreta esperanza de que la obra de Taut le sirviera de inspiración para el proyecto del museo memorial.

El tren llegó puntual a Atami, y él bajó al andén y buscó a Ikezono con la mirada pensando que quizá hubiera viajado en el mismo tren, pero al parecer había tomado el siguiente, porque llegó al punto de encuentro un poco más tarde.

Ikezono lucía la misma sonrisa amistosa que el día en que se habían conocido en el templo Daruma-ji.

—Me alegro de volver a verlo —le dijo él.

—He tenido la suerte de tomar un tren que llegaba justo a la hora que habíamos acordado.

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