La hora de la verdad by P. D. James

La hora de la verdad by P. D. James

autor:P. D. James
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Memorias, Divulgación
publicado: 2001-12-31T23:00:00+00:00


Diciembre

Lunes, 1 de diciembre

Fue un día como hoy, de hace siete años, cuando me enteré de que iba a recibir un título vitalicio. Recuerdo que aquella mañana el correo abultaba más que nunca y recogí las cartas para abrirlas en la mesa de la cocina mientras tomaba café. El sobre, blanco y rígido, procedía del 10 de Downing Street y lo abrí sin esperar nada en particular. Cuando leí la primera línea, «tengo pensado, con ocasión de la próxima lista de títulos honoríficos, presentar su nombre a la reina...», de inmediato supuse que mi OBE iba a subir a la categoría de CBE. La idea apenas tuvo tiempo de arraigar en mi mente antes de que siguiera leyendo y me enterara de que me iban a recomendar para un título vitalicio.

Al volver la vista hacia estos últimos siete años, me siento un poco culpable de haber participado tan poco en los asuntos de la Cámara. No fui designada como par en funciones, pero pensaba dejarme caer más a menudo de lo que lo he hecho. El inconveniente ha sido mi vida profesional, sobre todo las apariciones públicas y benéficas y las giras por el extranjero, que se estipulan con meses de antelación, mientras que los asuntos de la Cámara se anuncian con un plazo muy breve. Otro problema ha sido mi prevención a hablar sin ser una asistente regular y no estar más familiarizada con las tradiciones y los trámites de la Cámara. Pese a todo, debería estar haciendo más y mejor.

Mi discurso de toma de posesión versó sobre la literatura y la preservación de la lengua inglesa. Casi todos los nuevos pares confiesan que, por mucha práctica que tengas en hablar en público, el discurso de toma de posesión en la Cámara de los Lores es un infierno. No hay razón para ello, pues la Cámara, por tradición, se muestra indefectiblemente cortés y otorga todo su apoyo a los nuevos miembros, y los discursos, aunque sean inadecuados, suelen ser recibidos con elogios y felicitaciones por los oradores siguientes, como sucedió con el mío.

Ahora bien, si el Gobierno lleva adelante lo prometido en el programa electoral, la Cámara va a cambiar en sus mismas bases y dejará de ser la Cámara de los Lores. Es cierto que poca gente está a favor de que los pares hereditarios formen parte del gobierno del país sólo por sus derechos de nacimiento, pero empezar la reforma de la Cámara aboliéndolos, sin decidir antes cómo se constituirá y qué forma final adoptará la nueva, me parece peligroso, además de una irresponsabilidad. El primer paso para reformarla debería ser prohibir que ningún hijo mayor ocupe el lugar de su padre cuando el par muera y excluir de la Cámara a todos aquellos cuya asistencia regular no conste en acta. Así, la Cámara podría seguir cumpliendo sus funciones al tiempo que se decide su futuro a largo plazo. Los cambios en una institución que lleva funcionando setecientos años no deberían hacerse con prisas.

La manera correcta sería



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