La hermana Luna by Lucinda Riley

La hermana Luna by Lucinda Riley

autor:Lucinda Riley [Riley, Lucinda]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2018-09-30T16:00:00+00:00


* * *

Más tarde, aquella misma noche, una vez que el público del bar quedó satisfecho, los artistas fueron al piso de arriba para celebrar una juerga improvisada en una habitación privada.

—¡Dios mío! —exclamó Meñique cuando entró con Lucía y se encontró con una habitación abarrotada.

—Es día de cobro por aquí, en el Barrio Chino, y todos nos reunimos para bailar y cantar los unos para los otros —explicó ella.

—Mira, ahí está El Peluco. —Meñique señaló a un anciano que, sentado con majestuosidad en una silla, sostenía una guitarra en el regazo—. Me cuesta creer que siga en pie y tocando, con todo el aguardiente que bebe.

—No lo había visto nunca, pero puede que esté de invitado en el Villa Rosa, en esta misma calle —comentó Lucía al tiempo que se encogía de hombros—. Y ahora, por favor, vete a buscarme un poco de aguardiente.

El Peluco ya había empezado a tocar la guitarra y entonaba lo que Lucía reconoció como una de las viejas canciones que su abuelo le cantaba cuando era pequeña.

—Tengo que presentártelo, es una leyenda —le susurró Meñique al oído cuando la concurrencia despidió al anciano con un fuerte aplauso y otro cantaor ocupó el taburete vacío—. ¡Peluco!

Meñique lo saludó con la mano.

—Ah, el protegido de Pamplona.

El Peluco le devolvió el saludo y se unió a él.

—Un aguardiente para usted, señor. —Meñique le ofreció una copa. Brindaron, y luego el hombre más joven se volvió hacia Lucía—. ¡Y esta es La Candela! Otra protegida en la habitación.

Lucía notó la mirada de ojos pesados de El Peluco calvada en ella.

—Entonces eres tú de quien tanto oigo hablar. Y, sin embargo, eres tan pequeña que apenas hay nada de lo que hablar. —El Peluco rio antes de terminarse el aguardiente. Después, se acercó a Meñique—. Desde luego, no tiene nada de mujer. Y para bailar flamenco se necesita a una mujer. Tal vez no sea más que un fraude en miniatura —susurró en voz alta, justo antes de dejar escapar un eructo enorme.

Lucía lo oyó, tal como pretendía el anciano. La ira se apoderó de ella, y solo conocía una forma de librarse de ese sentimiento. Sin moverse de donde estaba, con los pies todavía descalzos tras su actuación de hacía un rato, comenzó a taconear contra el suelo. Levantó los brazos despacio por encima de la cabeza, juntó los dorsos de las manos para formar la silueta de una rosa, como su madre le había enseñado a hacer cuando apenas era un bebé. Y durante todo ese tiempo no apartó la mirada de los ojos del hombre que la había tildado de fraude.

Cuando la concurrencia se dio cuenta de lo que estaba sucediendo, se formó un círculo alrededor de Lucía y mandaron callar al cantaor. Meñique y José se adaptaron al ritmo y comenzaron a tararear los versos de una soleá antigua mientras los pies de Lucía golpeaban el suelo. Todavía mirando con fijeza al hombre que la había insultado, la joven reclamó el duende y bailó solo para él.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.