La chica que se entregó al mar by Axie Oh

La chica que se entregó al mar by Axie Oh

autor:Axie Oh [Oh, Axie]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil, Fantástico, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 2022-02-22T00:00:00+00:00


18

Kirin y Namgi nos están esperando en el muelle cuando volvemos a la Casa del Loto.

—Ha llegado una misiva para ti cuando no estabas —dice Kirin, y le da un pergamino a Shin—. De la Casa de la Grulla.

Shin desenrolla la cuerda, abre el pergamino y ve un mensaje breve escrito con una caligrafía elegante y limpia.

—El señor Yu dice que tiene noticias sobre la traición del señor Bom —nos informa—. Dice que vayamos de inmediato.

Me giro hacia Namgi.

—En mi primera noche en el Reino de los Espíritus comentaste que la Casa de la Grulla era el hogar de los académicos.

—Así es. —Namgi asiente con la cabeza—. La Casa de la Grulla es el hogar de los académicos más destacados que han vivido nunca.

—Entonces… —Esta vez me dirijo a Shin—: ¿Puedo acompañaros? Podría hablar con un académico, o con el mismísimo señor Yu, sobre el Dios del Mar. Tal vez alguien tenga información sobre su pasado.

Shin parece indeciso, así que Namgi dice:

—Con Kirin, contigo y conmigo, Mina estará a salvo.

Shin asiente a regañadientes y me marcho rápidamente al pabellón para cambiarme de vestido, que todavía tiene un ligero olor a las algas del estanque, y ponerme uno más ornamentado, con una chaqueta de color azul claro y una falda rosa. Llevo el puñal de mi tatarabuela alrededor del cuello y la piedrecita con el loto tallado guardada en una bolsita de seda atada a la cintura.

Juntos, Shin, Namgi, Kirin y yo nos dirigimos a la Casa de la Grulla, que se encuentra al noroeste del palacio. La puesta de sol baña los edificios con un ligero resplandor dorado. Espíritus con largas varas entran y salen de los edificios con velas encendidas en los farolillos.

De inmediato, Shin y Kirin se enzarzan en una discusión, seguramente para decidir cuál es el mejor plan para destapar al señor Tigre.

El aire reverbera con un zumbido grave, como si cerca hubiese una gran cascada.

—¿Cómo era el Dios del Mar? —pregunta Namgi mientras camina junto a mí.

Pienso en la expresión del rostro del joven dios mientras miraba el estanque.

—No era para nada lo que me esperaba. Era… melancólico, como si hubiese perdido algo y no recordase el qué.

Namgi le da una patada a una piedra suelta.

—¿Y el dragón estaba con él? Daría cualquier cosa por volver a ver al dragón.

El anhelo en su voz es palpable. Las sombras que proyectan los farolillos endurecen su perfil. Recuerdo lo que me ha dicho antes, que los de su especie, los imugi, luchan en incontables batallas para poder convertirse en dragones algún día.

—¿Qué diferencias hay entre un imugi y un dragón? —pregunto.

—Muy pocas, pero son muy pronunciadas. Los imugi son criaturas de sal y fuego, mientras que un dragón es un ser de viento y agua. La magia de un imugi arde de forma rápida y brillante como una estrella fugaz, pero el poder de un dragón es como un río: lento y constante, aunque ilimitado. Se dice que la perla de un dragón puede conceder cualquier deseo. Además,



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