La chica de Wildfire Ridge by Leslie Wolfe

La chica de Wildfire Ridge by Leslie Wolfe

autor:Leslie Wolfe [Wolfe, Leslie]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2022-08-03T00:00:00+00:00


CAPÍTULO VEINTISIETE

Fallos

No habían conducido más de un kilómetro y medio más o menos en dirección a la casa de Mackenzie Trenton cuando un mensaje de texto del doctor Whitmore hizo que Elliot pisara el freno y diera un giro de ciento ochenta grados con las sirenas encendidas para apartar el tráfico en sentido contrario. Sorteando rápidamente el ajetreo de la tarde, no dejó a Kay demasiado tiempo para pensar en el diario. Había planeado leer unas cuantas páginas antes de entrevistar a Mackenzie Trenton, para tener una idea de cómo estaba Jenna, tal vez para comprender mejor sus relaciones con sus mejores amigas.

—Gracias por salvarme ahí dentro —dijo en cuanto Elliot apagó la sirena, con las mejillas sonrojadas. Nunca antes había necesitado que la rescataran; la sensación era nueva para ella y un poco abrumadora. Se había quedado helada cuando la señora Jerrell había preguntado por el nombre del sospechoso. Congelada, ella, con toda su experiencia. Increíble.

Elliot no respondió enseguida. Se limitó a esbozar una rápida sonrisa, amable y comprensiva.

—Trabajar en este caso va a ser como intentar atrapar moscas si estás pensando en contener las reacciones de la gente cuando oigan el nombre del perpetrador. No se puede. Van a hablar tanto que te harán preguntarte si desayunaron lengua. Pero así es la gente, y lo sabes. Cotillean.

Kay se rio entre dientes, bajando la mirada, sintiéndose vulnerable. Era ella la doctora en psicología, pero necesitaba que su compañero le hiciera entrar en razón. Y la tenía, aunque no conociera toda la historia. No podía dejarse intimidar de nuevo por sus propios miedos. Antes de que la polvareda volviera a asentarse sobre el nombre de Gavin Sharp, iba a haber aguas revueltas, preguntas que ella no esperaría, chismorreos, especulaciones y despistes.

Pero podría manejarlo. Tenía que hacerlo.

—Gracias, compañero —respondió ella—. Ahora, vamos a ver cómo reacciona el doctor a esto ¿de acuerdo? Llamémoslo prueba.

—Sí, señora —respondió Elliot, aparcando delante del edificio del forense.

Dentro, las mesas de examen de acero inoxidable estaban vacías y las potentes luces del techo, apagadas. El doctor Whitmore y uno de sus ayudantes trabajaban en silencio, como una máquina bien engrasada que intercambiaba muestras y manejaba el equipo de laboratorio sin problemas. El forense tomaba los portaobjetos alineados en la bandeja sin levantar los ojos del ocular del microscopio mientras su ayudante los preparaba con destreza y rapidez, tomando notas al dictado en un portapapeles con los resultados.

Kay se detuvo junto al forense, sonrió en lugar de saludar y le entregó la bolsa de pruebas con el diario de Jenna.

—¿Podrías tomar las huellas de esto muy rápido, por favor? Tenemos prisa.

El doctor Whitmore hizo una seña a su ayudante, una joven morena que llevaba una bata rosa descolorida. Ella abandonó el portapapeles sobre la mesa, cogió la bolsa con visible curiosidad y la desprecintó, luego extrajo el contenido con cuidado y lo dejó sobre una mesa de laboratorio limpia con ruedas. Kay observó sus manos mientras se movían con rapidez, haciendo girar el cepillo de polvo para



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