La Casa de Hades by Rick Riordan

La Casa de Hades by Rick Riordan

autor:Rick Riordan [Riordan, Rick]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Infantil, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2013-10-08T04:00:00+00:00


XXXVIII

Annabeth

¿Lo más insultante de todo?

Que el drakon era fácilmente la criatura más bonita que Annabeth había visto desde que había caído al Tártaro. Su piel estaba cubierta de motas amarillas y verdes, como la luz del sol a través del manto de un bosque. Sus ojos reptiles eran del tono verde mar favorito de Annabeth (como los de Percy). Cuando su gorguera de escamas se desplegó alrededor de su cabeza, Annabeth no pudo evitar pensar en lo regio que era el monstruo que estaba a punto de matarla.

Era perfectamente tan largo como un tren de metro. Sus enormes garras se clavaban en el lodo a medida que avanzaba y su cola se agitaba de un lado al otro. El drakon siseaba, escupiendo chorros de veneno verde que humeaba en el suelo cubierto de musgo e incendiaba pozos de alquitrán, y llenaba el aire de aroma a pino fresco y jengibre. Incluso olía bien. Como la mayoría de los drakones, no tenía alas, era más largo y tenía más aspecto de serpiente que de un dragón, y parecía hambriento.

—Bob —dijo Annabeth—, ¿a qué nos enfrentamos?

—A un drakon meonio —dijo Bob—. De Meonia.

Más información útil. Annabeth habría pegado a Bob en la cabeza con su escoba si hubiera podido levantarla.

—¿Existe alguna forma de que podamos matarlo?

—¿Nosotros? —dijo Bob—. No.

El drakon rugió como para recalcar ese punto y llenó el aire de más veneno de pino y jengibre, que habría resultado un excelente aroma de ambientador para coche.

—Pon a Percy a salvo —dijo Annabeth—. Yo lo distraeré.

No tenía ni idea de cómo iba a hacerlo, pero era su única opción. No podía dejar morir a Percy mientras tuviera fuerzas para mantenerse en pie.

—No hace falta —dijo Bob—. En cualquier momento…

—¡GRRRRRR!

Annabeth se volvió cuando el gigante salió de su choza.

Medía unos seis metros de altura —la estatura habitual de un gigante— y tenía la parte superior del cuerpo de un humanoide y unas patas reptiles con escamas, como un dinosaurio bípedo. No tenía armas. En lugar de armadura, llevaba una camisa cosida con pieles de oveja y cuero con manchas verdes. Su piel era rojo cereza; su barba y su cabello eran de color herrumbre, trenzado con matas de hierba, hojas y flores del pantano.

Lanzó un grito desafiante, pero afortunadamente no estaba mirando a Annabeth. Bob la apartó de un tirón cuando el gigante se dirigió como un huracán hacia el drakon.

Los dos desentonaban como en una extraña escena de combate navideña: el rojo contra el verde. El drakon escupió veneno. El gigante se lanzó a un lado. Agarró el roble y lo arrancó del suelo con las raíces incluidas. El viejo cráneo se deshizo en polvo cuando el gigante levantó el árbol como un bate de béisbol.

La cola del drakon rodeó la cintura del gigante de un latigazo y lo acercó a rastras a sus dientes rechinantes. Pero en cuanto el gigante tuvo el monstruo al alcance, le metió el árbol por la garganta.

Annabeth esperaba no tener que volver a ver una escena tan espantosa.



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