Kokoro by Natsume Soseki

Kokoro by Natsume Soseki

autor:Natsume Soseki [Natsume, Soseki]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Psicológico
editor: ePubLibre
publicado: 1914-01-01T05:00:00+00:00


12

Cuando llegó mi hermano, nuestro padre leía el periódico acostado. Siempre había tenido la costumbre de echar una ojeada a la prensa, pero desde que se veía postrado en la cama, mostraba avidez por leerla. Mi madre y yo, sin oponernos a esto, dejábamos que hiciera lo que quisiera.

—¡Vaya! ¡Qué bien que tengas el ánimo para leer el periódico! Venía pensando que estarías muy mal, pero ¡mira! Te veo muy bien.

Mi hermano hablaba con mi padre en estos términos. Su tono jovial me pareció discordante. Pero cuando nos hablamos cara a cara sin la presencia de nuestro padre, su voz sonó hundida.

—¿No será malo que lea el periódico? ¿Qué te parece? —me preguntó.

—No creo que sea bueno, pero no hay modo de impedírselo. Cuando él se empeña…

Mi hermano escuchaba mi explicación en silencio. Después dijo:

—Me pregunto si entiende lo que lee.

Era evidente que mi hermano había observado que el entendimiento de nuestro padre estaba bastante embotado por la enfermedad.

—Sí, creo que sí. Hace poco estuve hablando con él unos veinte minutos al lado de su cabecera y no me ha parecido que tenga disminuidas sus facultades. En esta situación puede durar bastante más tiempo.

La opinión de mi cuñado, que llegó casi al mismo tiempo que mi hermano, era mucho más optimista. Mi padre le preguntó sobre mi hermana.

—Teniendo en cuenta su estado, ha sido mejor que haya evitado el ajetreo del tren. Si se hubiera empeñado en venir, habríamos estado muy preocupados por ella.

Y añadió mi padre:

—No hay problema. Cuando me ponga bien, viajaremos todos a ver la cara del niño.

Cuando murió el general Nogi[75], mi padre fue el primero en enterarse por la prensa.

—¡Qué terrible! ¡Qué terrible! —exclamó.

Estas palabras nos asustaron, pues no sabíamos nada de lo que había sucedido.

Después mi hermano me dijo:

—Por un momento pensé que se había vuelto loco.

También mi cuñado asintió:

—¡Uf! Yo también me quedé helado…

Aquellos días, la gente del pueblo esperaba con impaciencia la llegada de los diarios, tal era la cantidad de noticias y artículos que les interesaban. Yo me sentaba a la cabecera de mi padre y se los leía detalladamente. Cuando no tenía tiempo de leérselos, me los traía a mi cuarto y me los leía de cabo a rabo. Durante mucho tiempo, no se me iba de la cabeza la imagen del general Nogi con su uniforme militar y su mujer vestida con el traje de dama de la Corte imperial.

El viento del dolor soplaba así y penetraba por los rincones del pueblo haciendo moverse a los árboles y temblar a las piedras. De repente, recibí un telegrama de sensei. En este pueblo, en donde hasta los perros ladran al ver a alguien con ropa occidental, un telegrama era un acontecimiento. Mi madre, que fue quien lo recibió, me llamó aparte con la cara asustada. Mientras yo lo abría, permaneció a mi lado de pie.

—¿Qué puede ser? —preguntó.

En el telegrama sensei simplemente quería saber si podía ir a verle. Yo moví la cabeza con extrañeza. Mi madre ofreció una explicación:

—Seguro que es sobre ese puesto de trabajo que le pediste.



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