Isabel I by Margaret George

Isabel I by Margaret George

autor:Margaret George [George, Margaret]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2011-04-05T04:00:00+00:00


El dolor llena la sala de mi niño ausente,

yace en su cama, camina conmigo,

se viste de su aspecto, repite sus palabras,

me recuerda todos sus rasgos dulces,

hincha sus vacías vestiduras con su forma.

—Ay, Will —fue todo lo que acerté a decir. Bien conocía yo las vestiduras vacías. Las de Walter todavía estaban en el baúl, en su antigua habitación—. Haces retroceder un dolor presente casi cuatrocientos años.

—Es la única manera de dominarlo. —Volvió a coger la página—. Ya has visto mi taller. Más pequeño que el de un herrero o el sastre de abajo. Pero es todo el espacio que necesito. Me sirve bien, y acabo de comprar una gran propiedad en Stratford. Una lástima que hiciera falta lo que ha hecho falta para que prestara yo atención a mi casa.

¿Significaba eso que se había reconciliado con su esposa? ¿Estaría visitándola regularmente? No podía preguntárselo.

—De manera que no tienes que compadecerte de mí en estas pequeñas habitaciones. Tengo otras en otra parte. Naturalmente eso es lo que siempre dirá el devoto cristiano —añadió con un suspiro. Parecía envejecido—. ¿Y tú? ¿Qué es lo que quiere de verdad Robert?

No era prudente decírselo, incluso de haberlo sabido.

—Quiere lanzar otro ataque contra España, pero le está costando convencer a la reina para que apruebe otra flota. Lo cierto es que es más feliz cuando se concentra en una sola misión. La corte es demasiado compleja para él. —Aquello sonaba desleal—. Quiero decir, que la corte es siempre para él mucha tensión.

—Pues de ahí es de donde saco yo la mayoría de mi material dramático, de las resbaladizas piedras del pavimento de la corte, donde cualquiera puede dar un mal paso y partirse la cabeza. Todo eso hace cientos de años, por supuesto. Bueno, ¿y tú cómo estás?

Yo fingí una respuesta alegre:

—Pues nada, la vida sigue.

—¿Y cómo sigue?

—Pues… eh…

«Me siento vacía, aburrida, sin dirección. Ya nada me divierte.»

—Me alegro de que seas feliz, Laetitia.

—¿Quién dice que soy feliz? —le espeté.

Nos echamos a reír los dos. Y de pronto me sentí incómoda, me quería marchar. Me puse a recoger mi capa con una sonrisa helada en el rostro, tan falsa como la barba pegada de un actor.

—Que te vaya bien, Will —me despedí, precipitándome hacia la puerta. Bajé las escaleras a toda prisa, y él no me siguió.



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