Inocencia tragica by Agatha Christie

Inocencia tragica by Agatha Christie

autor:Agatha Christie [Christie, Agatha]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela Negra
ISBN: 9788427285637
editor: Unknown
publicado: 2009-12-11T23:00:00+00:00


Capítulo XII

1

En su dormitorio inmaculado, Kirsten Lindstrom se arregló el pelo rubio grisáceo en dos trenzas poco favorecedoras y se preparó para irse a la cama.Estaba preocupada y asustada.

A la policía no le gustaban los extranjeros. Llevaba en Inglaterra tantos años que casi no se sentía extranjera, pero la policía no sabía nada de eso.

Aquel doctor Calgary, ¿por qué había venido a darle un disgusto tan grande?

Se había hecho justicia. Pensó en Jacko y se repitió que se había hecho justicia.

Pensó en él desde la infancia, tal como lo había conocido.

¡Siempre, sí, siempre había sido un mentiroso y un fullero! ¡Pero tenía tal encanto, era tan simpático! Siempre se hacía perdonar. Siempre trataba una de librarle del castigo.

Mentía muy bien. Ésa era la horrible verdad. Mentía tan bien que una le creía, que no podía dejar de creerle. Jacko era malo y cruel.

¡El doctor Calgary creía saber lo que decía! ¡Pero el doctor Calgary estaba equivocado! ¡Sí, lugares, horas y coartadas! Jacko podía arreglar esas cosas muy fácilmente. Nadie conocía a Jacko como ella.

¿Le creería alguien si dijera cómo era Jacko en realidad? Y ahora, al día siguiente, ¿qué iba a ocurrir? La policía vendría a Sunny Point. Y todos estaban tan asustados, tan llenos de desconfianza. Se miraban unos a otros sin saber qué pensar.

Y ella los quería tanto a todos, tanto. Los conocía a todos mejor que nadie podía conocerlos. Mucho mejor que Mrs. Argyle. Porque Mrs. Argyle había estado ciega con un absorbente amor maternal. Eran sus hijos, siempre los había considerado como cosa suya. Pero Kirsten los había visto como personas, como eran en realidad, con todas sus virtudes y defectos. Si ella hubiera tenido hijos propios, no habría demostrado aquel cariño absorbente. Pero no era una mujer preeminentemente maternal. Su amor más grande hubiera sido para el marido que no había tenido.

No podía comprender a las mujeres como Mrs. Argyle, ¡loca por un montón de niños que no eran suyos y tratando a su marido como si no existiera! Y era un buen hombre, un hombre excelente, de los mejores. Desatendido, relegado a segundo término. Y Mrs. Argyle demasiado absorbida en sus cosas para darse cuenta de lo que estaba ocurriendo delante de sus narices. La secretaria, una chica guapa y cien por cien femenina. Bueno, ¿no era demasiado tarde para Leo, o lo sería? ¿Se atreverían a casarse, ahora que desenterraban el asesinato, después de yacer tanto tiempo en la tumba?

Kirsten suspiró tristemente. ¿Qué iba a ocurrirles a todos? A Micky, que había alimentado aquel resentimiento tan profundo, casi patológico, contra su madre adoptiva. A Hester, insegura de sí misma, alocada, que había estado a punto de encontrar la paz y la seguridad con aquel joven médico, tan agradable y seguro. A Leo y Gwenda, que habían tenido motivos para desear la muerte de Mrs. Argyle y, había que reconocerlo, oportunidad de cometer el asesinato, como seguramente comprendían ellos muy bien. A Tina, suave y felina. A la egoísta y fría Mary, que nunca había demostrado sentir cariño por nadie hasta que se había casado.



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