Infinito by Rachel Ward

Infinito by Rachel Ward

autor:Rachel Ward [Ward, Rachel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2011-01-01T05:00:00+00:00


Adam

Ha vuelto Saul. Esta vez viene con un par de matones armados. ¿Me van a dar una paliza? Me esposan las muñecas a la espalda y me sacan a empujones.

—Bien o mal, ahora me vas a ayudar, te necesitamos —dice Saul, y me aparta de un empujón y sale corriendo por el pasillo. Los matones me golpean en la espalda, me empujan y me arrastran; moretones encima de más moretones, pero no estoy en situación de oponer resistencia.

—Dejadlo —digo—. Ya voy, vale.

Mis palabras no cambian nada, disfrutan con esta mierda.

Perdemos de vista a Saul, pero no tardamos mucho tiempo en alcanzarle. Damos la vuelta a una esquina y el pasillo que nos encontramos de frente está lleno de gente que corre por todas partes como pollos sin cabeza. La mayoría se está amontonando en una habitación, y ahí es adonde vamos.

En primer lugar, es difícil averiguar lo que está pasando; parece que hay un montón de gente en torno a una cama, tantos que no veo quién está en ella.

Saul está gritando a Newsome.

—¿Qué diablos estabas haciendo?

—Estaba haciendo mi trabajo. La niña cambió su número; estábamos recreando científicamente aquellas condiciones para analizar lo que pasa.

La niña. Mia.

Ya saben que ella cambió su número. ¿Cómo? ¿Cómo pueden saber eso? Entonces recuerdo al soldado del mensaje, que se puso el dedo en los labios. «Podrían estar escuchando.» De hecho, escuchan, nos oyeron a Sarah y a mí. Es de la única forma que han podido saberlo.

¿Qué han hecho?

—Yo no estaba de acuerdo con que se hiciera esa prueba —suelta Saul.

—No necesito tu aprobación. Yo soy el director científico; yo apruebo toda la investigación. Éste es mi proyecto y tú no eres más que uno de seguridad.

Están uno frente a otro, casi tocándose el pecho, como dos gallos de pelea.

—Estoy a cargo de esta instalación —le grita Saul en plena cara—, a cargo de todo este lugar, ¿o lo has olvidado?

—¿Qué sabes de ciencia? —pregunta el médico con desdén—. ¿Qué sabes de números? ¿Y qué estás haciendo aquí? —Le tiembla la barbilla.

Saul me lanza una rápida mirada. Caigo en la cuenta al instante.

«Newsome no sabe que le han robado el número.»

Abro la boca —lo gritaré a los cuatro vientos si con ello consigo salir de aquí—; después pienso en las amenazas de Saul, y recuerdo que ya ha matado antes.

«Si no eres tú, ¿quién entonces?»

Cierro la boca, me siento impotente; no puedo decírselo a nadie. Y de todos modos, nadie me creería. Mi palabra contra la suya. ¿Qué puedo hacer?

—¿Qué sabes sobre esta niña, Newsome? —dice Saul—. ¿Qué te ha demostrado tu investigación? ¿Ha cambiado su número? ¿O la ha matado tu intromisión científica?

«¿La ha matado?»

Procuro hacer caso omiso de mis guardaespaldas e intento llegar hasta la cama. Cuando me doy la vuelta, veo una persona tirada en el suelo: es Sarah. La llamo por su nombre y ella me mira. Tiene la cara sonrojada y brillante y los ojos mortecinos, pero todavía tienen aquel color azul penetrante y el número es el mismo: 2572075.



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