Estrella del desierto by Michael Connelly

Estrella del desierto by Michael Connelly

autor:Michael Connelly [Connelly, Michael]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2022-11-08T00:00:00+00:00


27

Ballard entró en el coche, bajó la ventanilla y se recompuso.

—Mierda —dijo.

Sacó el teléfono y llamó a Bosch, que contestó enseguida. Ballard oyó ruido de tráfico de fondo.

—Harry, soy yo. ¿Dónde estás?

—En el coche de alquiler, siguiendo a Hastings al ayuntamiento.

—¿Al ayuntamiento? ¿Estás seguro? Es sábado.

—No estaré seguro hasta que llegue allí, pero parece que va camino del centro. Ha salido de la casa de Rita Ford sobre las ocho, ha pasado por casa y ha salido al cabo de un rato con ropa informal de sábado.

—¿Qué significa eso?

—Chaqueta, camisa de vestir, sin corbata.

—¿No ha hecho más paradas?

—Hasta ahora no. ¿Algo del laboratorio?

—Acabo de salir. Y no es bueno.

—¿No hay huellas en la chapa?

—Hay una huella, pero es de Laura Wilson.

—Bien. ¿Y la botella de vino? ¿Pudiste…?

—Es una mancha. No sirve.

—¿Y el ADN?

—He dejado la botella y la chapa en serología. Darcy no trabaja, pero la he llamado. Ha dicho que vendría a tomar una muestra. Pero no te hagas ilusiones. Me ha explicado que tuvimos suerte con la huella de la palma de la mano en el alféizar porque el tipo estaba nervioso y sudando. Dudo que Hastings haya sudado mucho eligiendo una botella de vino.

Bosch no respondió.

—¿Estás ahí, Harry?

—Sí, solo estoy pensando. No quieres revisar su basura hasta que esté en la calle. Así que tal vez deberíamos traerlo.

—¿Qué? ¿Detenerlo? No tenemos nada.

—No, hacer que vuelva a Ahmanson. No sé, nos inventamos algo, le decimos que tiene que venir a que lo pongamos al día.

—¿Y estás seguro de que vendrá corriendo hasta Westchester en su día libre?

—Dile que tiene que ser en persona por algo sensible que descubrimos sobre el concejal. Sabemos que su prioridad número uno es proteger a Pearlman. Vendrá. Y entonces lo ponemos en un sillón con reposabrazos para tener huellas de sus palmas cuando se levante. Le damos una taza de café, ponemos algo para picar y un paquete de chicles en la mesa. Le damos algún documento para que lo lea, no para que lo guarde. Hacemos toda la charada, luego él se va y con suerte tenemos su huella palmar y su ADN.

Ballard consideró la idea durante unos instantes.

—¿Qué te parece? —la apremió Bosch.

—Podría funcionar, pero, si es nuestro hombre, se dará cuenta si tratamos de venderle la moto —dijo Ballard—. Tenemos que inventar algo lo suficientemente importante como para atraerlo, pero luego también tiene que creer lo que le contemos.

—Dijiste que Hastings y el tipo del esmoquin no se hablan, ¿verdad?

—Kramer. Desde hace años. Hastings lo echó del universo Pearlman, y Kramer sigue amargado.

—Bien, entonces ahí es donde construimos la historia. Es algo que te contó Kramer. Una acusación o una historia que perjudicaría políticamente a Pearlman si saliera a la luz. Falsificamos una declaración jurada de Kramer.

Ballard asintió mientras Bosch hablaba, aunque estaban conversando por teléfono.

—Y será poco probable que Hastings lo compruebe con Kramer, porque no se hablan —dijo Ballard—. Podríamos decir que Kramer guardó registros de esa primera campaña y que hay algo ahí que conecta a Pearlman con Laura Wilson.



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