El reverso de la medalla by Pierre Boulle

El reverso de la medalla by Pierre Boulle

autor:Pierre Boulle [Boulle, Pierre]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1958-01-01T00:00:00+00:00


II

CUANDO Ling se encontró sola en su habitación, tuvo un momento de desfallecimiento. Aguantaba bastante bien las lecciones de Patricia mientras trataran de materias positivas, como la enseñanza de una lengua —que no sólo le interesaba, sino que incluso la distraía—, pero los comentarios sobre la moral la exasperaban, le ponían en una tensión nerviosa que quedaba destrozada y cansada. Se sentó en la cama, la cabeza entre las manos, y quedó un momento aturdida. Al poco rato se levantó para quitarse bruscamente la bata y quedarse en pijama —era lo único de su ropa que no le repugnaba—, y frotarse violentamente los labios para borrar la pintura que a veces se ponía, siguiendo los consejos de Patricia. Se alisó también el pelo y, volviendo la cara en dirección del cuarto de estar, escupió murmurando con asco:

—¡Cochinos!

Un poco más aliviada, escuchó con atención los ruidos del bungalow. Esperó a que Patricia y Bernard se hubieran retirado a sus habitaciones y entonces empezó su tejemaneje misterioso. Abrió la caja que el criado le había llevado, colocó las dos maletas encima de la cama y extendió sobre el suelo un pedazo de tela grande. Para mayor seguridad dio la vuelta a la llave de la puerta, y empezó a desembalar los regalos destinados a los huérfanos y a su familia.

El primer paquete contenía unos trajecillos de niño y lo volvió a dejar con rabia y con desconsuelo.

—Esto no vale para los camaradas —murmuró.

Y los metió con fastidio en una maleta. Después sacó unas servilletas de diferentes tamaños —un lote desaparejado— y más satisfecha, cogió las más grandes, las dobló con cuidado y las colocó sobre el pedazo de tela. El resto lo echó en una maleta.

Descansó un poco y durante largo tiempo dudó al hacer la elección entre los comestibles: botes de leche en polvo, chocolate, té, mantequilla. Se aplicaba a esta tarea, con el ceño fruncido, como si estuviera haciendo una composición difícil en francés. Al final, una parte de las mejores provisiones fue a parar al paquete que preparaba con tanto cariño y el resto lo repartió por las maletas, de bastante mala gana. Cuando la caja estuvo vacía, se le iluminó la cara al ver en el fondo unos medicamentos, entre los que había una caja de quinina. Para los guerrilleros, la quinina era más preciosa que el oro. Cogió una cantidad bastante grande, sonriendo con el pensamiento de la sorpresa que iba a dar a Kim, pues en el campo había habido un violento ataque de malaria.

Había terminado. Cerró las maletas, después de haber envuelto las cosas en muchos papeles para que ocuparan más lugar. Pero daba lo mismo; Patricia tenía confianza en ella y nunca hacía ninguna comprobación. Añadió todavía unas provisiones escondidas en su armario, de lo que cogía cada día, al fardo preparado para sus camaradas, anudó las cuatro esquinas de la tela y permaneció a la espera, en la oscuridad.

Al cabo de una hora aproximadamente, salió al pasillo sin hacer ruido y escuchó en las puertas de Pat y de Bernard.



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