El Museo De La Inocencia by Orhan Pamuk

El Museo De La Inocencia by Orhan Pamuk

autor:Orhan Pamuk [Pamuk, Orhan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: prose_contemporary
ISBN: 9788467236828
editor: www.papyrefb2.net
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


54. TIEMPO

Fui a cenar a Cukurcuma para ver a Füsun exactamente durante siete años y diez meses. Teniendo en cuenta que la primera vez fue el 23 de octubre de 1976, sábado, once días después de que la tía Nesibe me dijera «Le esperamos todas las noches», y que la última cena en Cukurcuma la celebramos Füsun, la tía Nesibe y yo el 26 de agosto de 1984, domingo, entre ambos momentos pasaron dos mil ochocientos sesenta y cuatro días. Según mis notas, en esas cuatrocientas nueve semanas cuya historia me dispongo a relatar, fui mil quinientas noventa y tres veces a cenar a su casa. Eso quiere decir cuatro veces a la semana de media, pero no crean que iba a cenar a Cukurcuma cuatro días a la semana sin falta. Hubo épocas en que les veía todas las noches, épocas en que me dejaba llevar por el rencor o la suspicacia o en las que creía que podría olvidarla e iba mucho más raramente. Pero como ningún período de tiempo sin Füsun (sin ver a Füsun, quiero decir) superó los diez días y como al pasar de los diez días mi dolor ascendía al nivel del insoportable sufrimiento del otoño de 1975, puede decirse que a lo largo de esos más de siete años vi regularmente a los Füsun (preferiría recordarles por su apellido, los Keskin). Y ellos me esperaban regularmente para cenar y siempre adivinaban con certeza qué noche iría. No tardamos mucho en acostumbrarnos, mejor o peor, ellos a mis visitas a la hora de la cena y yo a que me esperaran. Los Keskin no me llamaban para invitarme, porque siempre me tenían reservado un sitio a su mesa. Y eso me conducía cada tarde a largos cálculos mentales sobre si ir o no. A veces pensaba que si iba de nuevo quizá los estuviera molestando en exceso, o me preocupaba porque si no iba, aparte del dolor de no ver a Füsun aquella noche, podría estar cometiendo una «descortesía» o quizás interpretaran mi ausencia de forma negativa. Pasé mis primeras visitas al hogar de Cukurcuma sumido en esas preocupaciones, acostumbrándome a la casa, esforzándome en no mirar a los ojos a Füsun y en adaptarme al ambiente reinante. Con mis miradas me habría gustado decirle a Füsun: «He venido, aquí estoy». Esa fue la sensación predominante en mis primeras visitas. Tras los primeros minutos me felicitaba a mí mismo por haber vencido por fin mi desasosiego mental y mi vergüenza y por haber ido. Si me hacía feliz estar junto a Füsun, ¿por qué me preocupaba tanto? Allí estaba ella, mirándome y sonriendo dulcemente como si todo fuera normal y como si estuviera muy contenta de mi presencia. Por desgracia, en mis primeras visitas nos quedamos muy poco a solas. No obstante, siempre encontraba una oportunidad de susurrarle frases como «¡Te he echado mucho de menos!» o «¡Cuánto te he echado de menos!», y ella me respondía con la mirada demostrando que le gustaba lo que le decía.



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