El mariscal de las tinieblas by Juan Antonio Cebrián

El mariscal de las tinieblas by Juan Antonio Cebrián

autor:Juan Antonio Cebrián [Cebrián, Juan Antonio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2005-11-14T16:00:00+00:00


EL FINAL DE LA GUERRA

Para Gilles de Rais, la guerra de los Cien Años terminó con la muerte de Juana de Arco. El bravo militar, sumido en un océano tempestuoso y cuajado de diablos, regresó a sus dominios en Bretaña acuciado por el irrefrenable deseo de dar satisfacción a tanta perversidad acumulada en su corazón. Mientras tanto, la historia de Francia transcurría sujeta a los avatares del conflicto con Inglaterra. Finalmente, Carlos VII y su consejo de nobles entendieron que la contienda debía ser resuelta por las modernas tácticas de guerra y no por obsoletas y estériles cargas de caballería pesada. En consecuencia, se reorganizó el ejército francés dando preponderancia a las formaciones de infantería y sobre todo a la novedosa arma artillera, llamada a ser protagonista principal de los futuros conflictos bélicos. Los cañones franceses manejados por diestros artilleros terminaron por derribar el muro infranqueable que suponía la eficacia de los arqueros británicos y pronto comenzaron a llegar las victorias para el bando galo. En 1436 un altivo Carlos VII entraba en París bajo el signo de la victoria; seguramente, en ese glorioso momento no se acordó del vaticinio lanzado por Juana de Arco en Chinon, en el que aseguraba que en menos de siete años las armas francesas recobrarían su posesión sobre la ciudad parisina. Poco importaba ya; Juana era un recuerdo cada vez más borroso en la mente del Bienservido, quien prosiguió, ayudado por su ejército, las campañas guerreras contra los británicos, con el único objetivo de expulsarles definitivamente del territorio bajo su corona. Un año antes de la reconquista de París, el antiguo enemigo borgoñés, encarnado en la figura del duque Felipe III el Bueno, se percató de que soplaban otros vientos e hizo las paces con Francia. Después de esto, Inglaterra no tenía ya la menor posibilidad. En 1436, los franceses por fin unidos iniciaron la lucha por recuperar Normandía, empresa que se culminó con éxito. Cuatro años más tarde, Carlos VII tuvo que sofocar una revuelta interna denominada La Praguerie tristemente apoyada por su insidioso heredero, el futuro Luis XI, quien intentó contar con el refuerzo de Gilles de Rais para su causa. Pero esta alianza no fructificó, dado que en ese tiempo el mariscal ya andaba envuelto en sus particulares carnicerías nocturnas y no quería, bajo ningún concepto, ser considerado desleal con el legítimo monarca de los franceses; si bien a raíz de la funesta ejecución de la Doncella de Orleans, no le guardaba ningún respeto. En todo caso, la sublevación fue sojuzgada y el delfín tuvo que esperar, en medio de diversas conjuras provocadas por él, la muerte de su progenitor, acontecida veinte años después, para poder reinar en el país galo.

El capítulo final de la guerra llegó en 1450, cuando los británicos enviaron la fuerza expedicionaria más numerosa que jamás habían mandado a Francia, pero de nada les sirvió. En la batalla de Formigny, que tuvo lugar en tierras normandas, el 15 de abril de 1450, se enfrentaron los arcos largos



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