El club mefisto by Tess Gerritsen

El club mefisto by Tess Gerritsen

autor:Tess Gerritsen [Gerritsen, Tess]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2006-09-12T00:00:00+00:00


Veintidós

La luz del porche de la casa de Joyce O’Donnell estaba encendida, pero nadie acudió a la puerta.

Sansone intentó abrirla.

—Está con llave —dijo, y sacó su móvil—. La llamaré una última vez.

Mientras él marcaba, Maura se apartó del porche y desde el camino de entrada, levantó la mirada hacia una ventana de la primera planta de la casa, que derramaba su brillo cálido en la noche. Escuchó el sonido distante del teléfono. Luego, otra vez silencio.

Sansone cortó.

—Se ha conectado el contestador automático.

—Creo que es hora de llamar a Rizzoli.

—Todavía no. —Sacó una linterna y caminó por el sendero que rodeaba la casa.

—¿Adónde va?

Él siguió caminando; su abrigo negro se derritió en las sombras. La luz de la linterna saltaba sobre las losas y desapareció cuando dobló la esquina.

Maura quedó sola en el jardín delantero, escuchando el ruido de las hojas secas en las ramas por encima de su cabeza.

—¿Sansone? —llamó. Él no respondió. Solo se escuchaban los latidos de su corazón. Lo siguió hasta detrás de la casa. Allí se detuvo frente a la sombra del garaje que se elevaba delante de ella. Cuando estaba a punto llamarlo otra vez, algo la hizo callar; la sensación de que había otra presencia observándola, siguiéndola. Se volvió y miró hacia ambos lados de la calle. Vio que un trozo de papel en el viento rodaba por la calle como fantasma en el aire.

Una mano se cerró alrededor de su brazo.

Maura ahogó una exclamación y dio un respingo. Se encontró mirando a Sansone, que se había materializado a sus espaldas.

—Su coche está en el garaje —dijo él.

—¿Entonces dónde está ella?

—Iré hacia la parte posterior.

Esta vez Maura no lo perdió de vista, sino que lo siguió por el jardín lateral, por la nieve profunda e intacta que bordeaba el garaje. Cuando salieron al jardín trasero, ella tenía los pantalones empapados y nieve derretida dentro de los zapatos, por lo que sentía los pies congelados. La luz de la linterna de Anthony se movía sobre los arbustos y las tumbonas, cubiertos por una aterciopelada manta blanca. No se veían pisadas en la nieve. Una pared recubierta de enredaderas protegía el jardín, un espacio privado oculto de los vecinos. Y ella estaba allí sola con un hombre al que casi no conocía.

Pero él no le prestaba atención. Estaba concentrado en la puerta de la cocina, que no podía abrir. Se quedó mirándola unos segundos, tratando de decidir qué hacer. Luego, se volvió hacia Maura.

—¿Tiene el número de la detective Rizzoli? —dijo—. Llámela.

Maura sacó el móvil y se acercó a la ventana de la cocina en busca de más luz. Estaba a punto marcar cuando su mirada se posó sobre el fregadero, del otro lado de la ventana.

—Sansone —susurró.

—¿Qué?

—Hay sangre… junto al desagüe.

Él echó un solo vistazo y su siguiente acción escandalizó a Maura. Levantó una de las tumbonas y la arrojó contra la ventana. El cristal se hizo añicos y volaron astillas dentro de la cocina. Sansone entró e instantes después la puerta se abrió.

—Hay sangre aquí en el suelo, también —dijo.



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