El ascenso de las Temidas by Kerri Maniscalco

El ascenso de las Temidas by Kerri Maniscalco

autor:Kerri Maniscalco [Maniscalco, Kerri]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Intriga, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2022-01-01T00:00:00+00:00


QUINCE

La Primera Bruja, Sursea, me miró de la misma forma en que los depredadores estudian a las posibles amenazas o presas.

El instinto se hizo cargo y enseñé los dientes en una sonrisa despiadada que indicaba que, aunque no hubiera restaurado por completo mi antigua gloria, tampoco era una presa. Miré a la bruja desde arriba, mi furia aumentaba cuanto más tiempo sostenía su odiosa mirada. Ella me había quitado a Wrath. Nos había usado a Vittoria y a mí en su retorcido juego. Y la haría pagar en sangre y lágrimas por sus pecados. No en aquel momento, pero un día no muy lejano, mi cara aparecería en todas sus pesadillas.

Desvió la mirada hacia Wrath mientras su expresión se tornaba burlona.

—Seis años y seis meses. Es como si el tiempo hubiera volado, ¿no es cierto, majestad? Puede que el tiempo se mueva de forma diferente aquí, pero se sigue moviendo. ¿Cuántos días han pasado? Parece que lo he olvidado.

La mirada de Wrath buscó la mía durante un breve instante antes de volver a mirar a nuestra enemiga, pero fue suficiente para divertir a la bruja una vez más. Su risa volvió a inundar la silenciosa estancia. Solo que esa vez sonó como si conociera algún secreto. Uno que compartía con mi esposo.

Y exploté.

—Inclinaos ante el rey. —Mi voz sonó fría. Imperiosa. Sentí que Wrath me miraba, sentí que toda la habitación miraba en mi dirección, pero no rompí el contacto visual con la bruja. Debió de sentir el fuego que ardía en mi alma. Sursea arqueó una ceja, pero se arrodilló despacio, el cuero de su vestido crujió en medio del silencio.

Dirigí mi atención al vampiro, que retrocedió de forma casi imperceptible. Tenía pocas dudas de que, en aquel momento, mis ojos mostraban un tono dorado rosáceo y ardían a causa de mi poder, que a duras penas estaba conteniendo. Si antes no le había importado quién o qué era yo, ahora sí.

—No me obligues a repetirlo. Inclínate o arderás. —⁠Invoqué una rosa ardiente y la envié flotando por encima de Blade.

Apretó los dientes, pero se arrodilló, inclinando la cabeza en dirección a Wrath.

—Su majestad.

Observé sus formas arrodilladas, sin liberarlos de sus posiciones de aquiescencia obligada. Wrath no pronunció una sola palabra, había percibido mis emociones y me estaba dando el tiempo que necesitaba para recuperar el control. O tal vez, simplemente, estuviera satisfecho y deseara ver qué haría a continuación, descubrir de qué otra manera nuestros pecados se entremezclaban en impío matrimonio. Había dicho que quería a una igual. Wrath podía comandar el hielo, pero yo era toda fuego. Y lo cierto era que la Primera Bruja no debería haber avivado mi furia. Si Blade hubiera sido el único en hablar por los vampiros, dudaba de que hubiera reaccionado como lo había hecho.

Era la presencia de Sursea, su infame comportamiento, la implicación de que tenía un secreto que mi esposo conocía, junto con su burla hacia Wrath, lo que me volvía loca de rabia. Por haberle hecho daño a él, quería herirla diez veces más.



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