El a?o en que me enamor? de todas by Use Lahoz

El a?o en que me enamor? de todas by Use Lahoz

autor:Use Lahoz [Lahoz, Use]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


Mi madre pasaba por el pasillo y descolgó el teléfono antes de que yo llegara. Como me pudo la vergüenza, esperé a oír:—¡Metodio! Es para ti...Silvia me citó a las seis de la tarde. En cuanto terminé de comer me vestí con un pantalón azul y una camisa gris que Silvia había elogiado días antes. Me eché perfume del que tenía mi padre en un cajón del baño y al salir mi madre me frenó:—Espera. Vamos a la tienda.—¿Ahora? Pero, mamá, que no...—Hazme caso...No tuve más remedio que obedecer. No había nadie por la calle, era hora de partidos de fútbol y de siesta. Caminamos unos metros, se agachó para abrir el candado y la ayudé a levantar la persiana metálica. Encendió las luces y de la cámara de la trastienda sacó un pastel que ya venía envuelto y preparado con un lazo.—De nuestra parte.—Pero, mamá, es enorme, pesa mucho y voy en metro.—Hoy vas en taxi, toma.Me tendió cinco mil pesetas, detalle que me hizo alucinar.—Le dices al taxista que pare en Arturo Soria 187, allí verás una floristería. Compras un ramo y luego subes a su casa con las dos cosas. A ver si aprendes... ¡Un ramo de doce rosas, eh! ¡Que no te ponga media docena, que eso es muy poco, y gástate el dinero, no seas rata, que te vas a morir igual!Bajé por Andrés Mellado y en Alberto Aguilera me subí en el primer taxi libre. Tenía la radio encendida. El Real Madrid perdía en el Camp Nou y hubo gol en Las Gaunas. Por la ciudad desierta se deslizaban mis ilusiones como tiras de linóleo. El Santander fallaba un penalti en La Condomina cuando en La Romareda un balón se estrelló en la cruceta. Mi mirada asumía la velocidad sorteando edificios, puentes y glorietas. Llegué a la calle Arturo Soria y al pisar la floristería me temblaban las piernas. Tantas rosas, más los adornos, hacían del ramo algo sumamente vistoso. Me acerqué al portal de Silvia y como tenía las dos manos ocupadas me fue imposible llamar al interfono. Probé con la frente, lo intenté con el codo levantando el brazo del ramo y un chorrito de agua me mojó el pelo, lo intenté con la barbilla poniéndome de puntillas. Cuando iba a dejar todo en el suelo vi que se acercaba un señor y le pedí el favor.Julia me abrió y busqué el ascensor. En el espejo se veían más rosas que otra cosa. Cuando entré en el piso fui saludando a la gente. Eran mayores que yo y todos se reían por lo bajo al verme con aquel enorme ramo y aquella tarta.—¡Pero, hombre, Metodio, menudo ramo!—¡Vaya suerte, nena! —decía alguna.—Pero, bueno, qué chico más educado —escuché de otra.El padre me tendió la mano, pero le tuve que dar primero el ramo. La madre me dio dos besos, me facilitó una silla y abrió un hueco para que me sentara alrededor de la mesa. Los chicos que se me habían presentado eran Jorge y Pedro.



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