Dublineses by James Joyce

Dublineses by James Joyce

autor:James Joyce [Joyce, James]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato
publicado: 1914-07-25T23:00:00+00:00


Efemérides en el comité

El viejo Jack rastreó las brasas con un pedazo de cartón, las juntó y luego las esparció concienzudamente sobre el domo de carbones. Cuando el dombo estuvo bien cubierto su cara quedó en la oscuridad, pero al ponerse a abanicar el fuego una vez más, su sombra ascendió por la pared opuesta y su cara volvió a salir lentamente a la luz. Era una cara vieja, huesuda y con pelos. Los azules ojos húmedos parpadearon ante el fuego y la boca babeada se abrió varias veces, mascujando mecánica al cerrarse. Cuando los carbones se volvieron ascuas recostó el cartón a la pared y, suspirando, dijo:

—Mucho mejor así, Mr. O'Connor.

Mr. O'Connor, joven, de cabellos grises y de cara desfigurada por muchos barros y espinillas, acababa de liar un perfecto cilindro de tabaco, pero al hablarle deshizo su trabajo manual, meditabundo. Luego, volvió a liar su tabaco, meditativo, y después de una reflexión momentánea decidió pasarle la lengua al papel.

—¿Dejó dicho Mr. Tiemey cuándo regresaría? —preguntó en ronco falsete.

—No, no dijo.

Mr. O'Connor se puso el cigarrillo en la boca y empezó a buscar en sus bolsillos. Sacó un mazo de tarjetas de cartulina.

—Le traigo un fósforo —dijo el viejo.

—Déjelo, está bien así —dijo Mr. O'Connor. Escogió una de las tarjetas y la leyó:

ELECCIONES MUNICIPALES

Real Sala de Cambio

Mr. RICHARD J. TIERNEY, P. L. G.,

solicita respetuosamente el favor de su voto

y su influencia

en las venideras elecciones

en la

Real Sala de Cambio

Mr. O'Connor había sido contratado por un enviado de Tierney para hacer campaña en una zona del electorado, pero, como el clima era inclemente y sus botas filtraban, se pasaba gran parte del tiempo sentado junto al fuego en el Comité de Barrio de la calle Wicklow, con Jack, el viejo ujier. Ahí estaban sentados desde que el corto día empezó a oscurecer. Era el 6 de octubre, triste y frío a la intemperie.

Mr. O'Connor rasgó una tira de la tarjeta y, encendiéndola, prendió el cigarrillo. Al hacerlo, la llama alumbró una oscura y lustrosa hoja de hiedra que llevaba en la solapa. El viejo lo miró atentamente y luego, esgrimiendo de nuevo su cartón, comenzó a abanicar el fuego lentamente mientras su acompañante fumaba.

—Pues sí —continuó—, es difícil saber de qué manera criar a los hijos. ¡Quién iba a saber que me iba a salir así! Lo mandé a los Hermanos Cristianos, hice todo lo que pude por él y ahí lo tiene, hecho un borracho. Traté de hacerlo por lo menos gente.

Desganado, dejó el cartón donde estaba.

—Si yo no fuera ya un viejo lo haría cambiar de melodía. Cogía mi bastón y le aporreaba la espalda a todo lo que da… como hacía antes. Su madre, ya sabe, lo tapa por aquí y por allá…

—Es eso lo que echa a perder a los hijos.

—¡Claro que sí! —dijo el viejo—. Y que no dan ni las gracias, todo se vuelve insolencias. Me levanta la voz cada vez que me ve llevarme un trago a la boca. ¿A dónde vamos a parar



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.