Diario de amor by Gertrudis Gómez De Avellaneda

Diario de amor by Gertrudis Gómez De Avellaneda

autor:Gertrudis Gómez De Avellaneda [Gertrudis Gómez de Avellaneda]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: F
editor: SAGA Egmont
publicado: 2021-05-23T00:00:00+00:00


Carta VII

No me será posible decir verbalmente nada de tu carta porque ya me conoces: soy propensa a conmoverme hablando de los objetos que me interesan. Prefiero tomar la pluma para darte las gracias por la pura alegría que me has hecho sentir con tu carta tierna, entusiasta y lisonjera.

¡Yo la acepto!, yo acepto esa amistad que me lisonjeó merecer y la correspondo con la mía.

La mía exclusiva, que no partirás con nadie, que poseerás solo, único. Cuando fuese preciso retirarla no sería para colocarla en otro, no; ¡ningún hombre después de ti la obtendrá de mí!

¡Ninguno, querido mío! Cuando se apagase en mi corazón este santo fuego que tú has encendido, incapaz quedaría de otro alguno; sólo muriendo a todo sentimiento podrá cesar de amarte a ti.

Esta confesión no me causa ni rubor ni embarazo, porque te creo digno de oírla y capaz de comprenderla. El sentimiento que me anima no necesita rodeos misteriosos para expresarse ni debe ser ultrajado con arterías. Cuando te digo que te amo te lo digo sin turbación ni inquietud, porque este amor no es el amor vulgar de una mujer a un hombre, es el casto y ardiente amor de un alma pura y apasionada a otra alma digna de ella. Sentirlo, inspirarlo, me llena orgullo, me engrandece a mis ojos y me hace probar un placer indefinible, celestial, que debe semejarse a la felicidad de los ángeles.

¡Querido de mi corazón!, perdóname haber interpretado siniestramente algunas acciones tuyas, haber dudado momentáneamente de tu afecto y sinceridad. Ya se disiparon todas mis dudas y temores: tu carta ha bastado. Cada letra tuya es a mis ojos un sello de sentimiento y de verdad. Yo he llorado sobre ella, dulce amigo, lágrimas deliciosas cuan no han salido otras de mis ojos; he llorado y hubiera querido en aquel momento verte y que llorases también. ¡Ese llanto hace tanto bien! ¡Mi corazón desde entonces está tranquilo, gozoso, feliz!...

Cuarenta o cincuenta días pasarán sin vernos; yo quiero que en ese tiempo te consagres todo al estudio; lo quiero, pero no lo deseo. Mi razón forma un voto y otro mi corazón.

Yo que no tengo estudios forzosos me prometo pensar mucho, muchísimo, en mi amigo ausente.

Adiós, recibe mi más tierno adiós, pues no podré dártelo sino muy frío verbalmente, ¡y ojalá que aun así, pueda dominarme lo bastante para no manifestar una emoción demasiado visible!

Los ojos indiferentes que nos observan verían en mi enternecimiento el dolor de una mujer que se separa de su amante, y esta suposición sería una injuria, una profanación.

Tú solamente, tú eres el que sientes como yo, y el que apreciarás este adiós que te doy sólo a ti; recíbelo, yo imprimo en él mis labios y deposito en él la expresión más tierna del más puro y santo afecto.



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