Darien by Conn Iggulden

Darien by Conn Iggulden

autor:Conn Iggulden [Iggulden, Conn]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2017-07-12T16:00:00+00:00


* * *

Elias llevaba en brazos un haz de espigas de trigo, incorporado al creciente número de habitantes que ya había comenzado la celebración de la Víspera de la Cosecha. Algunos llevaban máscaras de calavera, para recordar a los observadores quién empuñaba la guadaña definitiva. Esto no parecía entorpecer el disfrute mientras la multitud aumentaba. La Víspera de la Cosecha había sido en tiempos un asunto serio y formal en que los granjeros llevaban sus productos a los mercados urbanos. Algunos se habían vuelto un poco salvajes con el tintineo de las monedas en el bolsillo. Con el paso de los decenios se había convertido en un homenaje a la Diosa que eclipsaba todas las demás celebraciones, con disfraces chillones y toda clase de excesos, que duraba desde la noche hasta el atardecer del día siguiente. Nacerían muchos niños nueve meses después de aquel día, tantos que el mes en cuestión se conocía como el del Nacimiento. Y también habría cuerpos tendidos en las cunetas a la mañana siguiente, unos borrachos, otros muertos. No era más que el auge y decadencia de la vida en Darien, y la gente respetable podía evitarlos simplemente quedándose en casa o en sus habitaciones. Estar en la calle a medianoche era como expresar una inequívoca voluntad de beber, reír, cantar, luchar, aullar y arriesgar la vida.

Elias apenas podía creer que hubiera tanta gente en el mundo. Se sentía tan incómodo que respiraba con dificultad, lo cual lo aturdía un poco. Deeds sonreía con ganas y se señalaba la sonrisa con el dedo con la esperanza de que Elias la imitara y perdiera su habitual aspecto mohíno. El cazador se apartó de unos jóvenes que corrían a pecho descubierto por la calle, dando empellones a los borrachos despistados que se ponían en su camino. Uno que vio moverse a Elias alargó la mano para atraparlo. Elias le golpeó la mano y los amigos del hombre tuvieron que llevárselo, forcejeando y lanzando juramentos. Aún era pronto, y la mitad de la población se dirigía a casa para cambiarse de ropa. Los grupos masculinos que ya habían salido todavía no estaban lo bastante borrachos para pelearse con extraños o empujar a las jóvenes contra una pared. Todo eso llegaría después, cuando la ciudad entrara en erupción y rompiera todos los lazos que la unían a la civilización.

Si no hubiera sido por la seriedad de su objetivo, Deeds habría disfrutado. Tal como estaban las cosas, encontraba irritantes el ruido y las distracciones. Hombres y mujeres bailando borrachos no era muy divertido para quien estaba tan sobrio como una piedra. Asió con fuerza su haz de espigas y lo agitó en el aire, sin dejar de mirar las puertas del palacio real, a menos de veinte metros de allí.

—Ninguna habilidad te permitirá atravesar una puerta cerrada con llave, ¿verdad, meneer? —dijo Deeds, haciéndose oír por encima del clamor de los que marchaban cogidos del brazo y cantando. Uno de ellos quiso arrastrarlos al pasar, pero no pudo y siguió con los suyos.



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