Cuentos de Pompeyo by Leo Masl?ah

Cuentos de Pompeyo by Leo Masl?ah

autor:Leo Masl?ah [Desconocido]
La lengua: spa
Format: epub


La fiesta

La primera vez que Bruno Ibn Schlafengehen intentó ingresar al despacho de Pompeyo De Armas y Sotomayor, allá por el año del pavo, fue detenido por un secretario llamado Link, como homenaje de sus padres al oficial Knil, que durante la guerra de los shoppings, allá por el año del moco, había logrado colarse en filas enemigas sin ser visto, oído, tocado, olido, degustado, pensado ni garchado.

—No puede entrar ahí —había dicho el secretario Link en aquella ocasión—; el señor De Armas y Sotomayor está en una reunión muy importante consigo mismo y me dio órdenes estrictas de aniquilar a quienquiera que, en caso de no ser aniquilado, pudiera interrumpirlo.

—¿Y qué tal si yo —dijo Bruno Ibn Schlafengehen—, en el estado en que me encuentro, no representara un peligro de interrupción, pero una vez aniquilado, dejara pequeños residuos dotados de animación, capaces de meterse por los intersticios existentes entre esa puerta y el marco, y de pronunciar discursos que distrajeran a Pompi de escucharse a sí mismo, o de pegarle los labios y las orejas de modo de impedirle ora hablar, ora oírse?

El secretario, que había estado a punto de amartillar su arma (un clavo de cabeza hexagonal), se quedó callado y los pocos movimientos que efectuó eran producidos por la desorientación, y no por la determinación a obrar de una manera determinada. Pero entonces recordó lo que su abuela, allá por el año del ñudo, le había contado sobre el oficial Knil, que mucho antes de la guerra de los shoppings, allá por el año del jopo, se había puesto de novio con una tal Josefa, de nombre Perla, que lo doblaba en edad y en volumen, porque había nacido el año del congrio y comía medio balde de gluten cada seis horas. Parece que la madre de Josefa permitía a los novios hacer el amor en el zaguán, pero no los dejaba estar juntos en ninguna otra parte de la casa. Si Josefa estaba en el dormitorio, Knil debía permanecer en la cocina. Si Perla (Josefa) estaba en el cuarto de baño, Knil debía aguardar en el closet. Pero un día Josefa salió de la casa mientras Knil estaba allí, y la madre de Josefa asistió atónita a la comprobación de que, así como Josefa no se hallaba en ninguna parte de la casa, Knil había pasado a hallarse al mismo tiempo en todas. La casa se había convertido en un depósito de Kniles, con su capacidad colmada.

La evocación del relato de la abuela del secretario fue interrumpida por la súbita apertura de la puerta del despacho de Pompeyo De Armas y Sotomayor. Bruno Ibn Schlafengehen, que no se había movido de su sitio, alzó los brazos mostrando las palmas de sus manos, queriendo con su gesto desvincularse de toda responsabilidad sobre la apertura de esa abertura, o más bien dar a entender que no tenía ni había tenido con aquello ningún vínculo. El secretario se asomó a ver qué ocurría, y para su sorpresa, en el



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