Cuenta Hasta Diez by Juan Carlos Delgado

Cuenta Hasta Diez by Juan Carlos Delgado

autor:Juan Carlos Delgado
La lengua: spa
Format: epub
editor: Yopublico
publicado: 2019-07-15T00:00:00+00:00


La búsqueda

Mónica está sentada en una lápida desconocida, al lado de su padre, Don Arturo, quien viene cada año al cementerio Baquijano, en la provincia del Callao. Al ser un camposanto con más de ciento cincuenta años, se trata de un lugar venerable, donde las personas no vienen solo a decir el adiós final a sus familiares, sino también a tener ese descanso eterno, el único que es la gran igualadora en el mundo.

Don Arturo ha estado viniendo de manera ininterrumpida durante los últimos veinte años. Algunos familiares no muy cercanos yacen enterrados ahí, y a veces va a dejarles flores y una oración como muestra de respeto. Dice que ver nichos sin flores es siempre una pena, si bien esos muertitos pudieron tener errores, como todos, no es justo que nadie se acuerde de ellos, al menos deberían visitarlos de vez en cuando… ¡Cuánta soledad hay en vida y más aún en la muerte!, piensa. Sin embargo, el principal motivo por el cual Don Arturo va a ese lugar es para encontrarse con la cruz blanca, aquella que se encuentra en la entrada del lugar. Es una cruz grande, de unos tres metros, antigua como el cementerio mismo, con la pintura descascarillada por el tiempo. Don Arturo suele ir con Mónica, su hija mayor. Juntos, rezan al pie de a la cruz. Él pide por sus tres hijas, para que sean personas de bien; por su esposa, para que siempre los acompañe y les tenga preparado algo rico al regreso del cementerio; pero sobre todo reza por su madre, a quien no ve hace más de cincuenta años, desde que salió del poblado de Vilcashuamán, en la sierra peruana. La madre de Don Arturo, sumida por completo en la miseria, les dejó su hijo a unos conocidos de Lima, y se fue para nunca volver.

Don Arturo no tuvo una vida sencilla. Trabajando desde niño, se las ingenió para dejar de vender golosinas en la calle y comenzar a estudiar en el colegio, siendo ya adolescente. Sus padres adoptivos siempre fueron personas de escasos recursos, pero al menos consiguieron mantenerlo alejado de las malas compañías y le procuraron la matrícula del colegio una vez que juntaron un poco de dinero. Don Arturo tenía ya quince años. Luego de terminar la secundaria y comenzar a trabajar como obrero de construcción, consiguió ingresar a la Universidad San Marcos para luego graduarse como licenciado en Educación, labor que ha venido realizando los últimos treinta años. En ese tiempo conoció a su esposa, doña Bertha, enfermera de profesión y vocación, con quien mantiene un matrimonio sincero y estable.

Don Arturo termina de rezar. Se seca las lágrimas y abraza a su hija, y se retiran del lugar. Mónica no lo dice, pero sabe que su padre todavía extraña mucho a su mamá. No tienen idea si continúa con vida, aunque las posibilidades son muy pocas.

Se acercan las vacaciones. Mónica, con esfuerzo, ha venido ahorrando un poco de dinero. Sus hermanas piensan que es para comprar la computadora portátil que tanto desea, pero no… ella tiene otros planes.



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