Cosmo by Gregoy Benford

Cosmo by Gregoy Benford

autor:Gregoy Benford [Benford, Gregoy]
La lengua: es
Format: mobi, epub
Tags: General Interest
publicado: 2009-12-13T02:46:41+00:00


Había señalado los puntos de datos en la tercera y cuarta semana de TIEMPO DE LABORATORIO, destacando el suceso BRAD destacado. En la parte alta había preguntas, ¿GALAXIAS? ¿ESTRELLAS? El eje vertical era tiempo de Cosmo en años, la mayoría multiplicado por 106, un millón.

Él se quedó allí sonriéndole mientras comprendía.

–Por tanto… en la primera semana Cosmo envejeció… ¡Dios mío! más de cien mil años.

–¡Correcto! Así que ahora está empezando, madurando. Los relojes en Cosmo van cada vez más rápidos. El exponente aumenta cada dos de nuestras semanas.

–Si se forman. ¿Cómo sabemos que este universo es como el nuestro?

–No lo sabemos -dijo con alegría-. Pero podremos descubrirlo.

–¿Cómo?

–Buscando un aumento de luz visible mientras desaparece el ultravioleta.

–La luz visible vendrá de las estrellas, si se forman -supuso ella.

–¡Correcto!

–¡Humm! – Se detuvo. Rara vez era una buena idea estar de acuerdo con un teórico; era mejor cultivar un escepticismo reservado, cercano al desdén-. Esta escala exponencial que has encontrado, ¿viene de la teoría? Quiero ver los cálculos.

Él empezó a hacerlos y Alicia, rápidamente, vio que era el tipo de argumento que no le gustaba. Él arrancaba de algún principio de simetría en un espacio de veintitrés dimensiones, donde luego hacía que todas las dimensiones menos cinco se colapsasen en una región del espacio-tiempo tan pequeña que nunca podría ser medida. Ella le preguntó cómo podría suceder eso físicamente y él le mostró más relaciones de escala en las que no podía entrever ningún principio físico. Todo fue cuesta abajo desde ese punto.

–¿Cómo puedes depositar tu confianza en eso? – le preguntó de pronto.

–Es un modelo posible.

–¿Cuántos modelos posibles hay?

–Centrémonos en lo probable; las posibilidades parecen no tener límite, siempre que el espacio-tiempo tampoco tenga límites.

–Tampoco entiendo eso.

Él siguió hablando pero ella empezó a pensar en una historia sobre Paul Dirac, el teórico de campo inglés que a principios de los años 30 había formulado una teoría elegante, describiendo el electrón con toda belleza. A partir de ahí había deducido una solución con la misma masa que el electrón pero de carga eléctrica opuesta; todos los demás números cuánticos eran idénticos. Él no conocía tal partícula pero especuló que quizá fuese el protón, aunque la masa estaba evidentemente mal, errónea por un factor de 1,836. Por tanto, su falta de confianza le había impedido predecir la existencia del positrón, que fue descubierto poco después. Pero ella respetaba una teoría como aquella, una mente matemática que intentaba manifestar sus verdades etéreas en términos concretos. Quizá, comprendió mientras Max seguía hablando, esto podría ser como el caso de Dirac. Quizá simplemente debería aceptarlo.

–Vale, vale -dijo-. ¿Qué puedes predecir con esa curva exponencial tuya?

–Que dentro de ese otro universo, visible a través de la pequeña ventana de este Cosmo, las galaxias empezarán a formarse dentro de poco tiempo.

–¿Cuánto?

Él pasó el dedo por la línea recta de la expansión y miró en el eje temporal.

–En unas nueve semanas a partir de ahora podrías ver la formación de galaxias.

Bien, al menos él no temía hacer una predicción.

–Eso es realmente una suposición.



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