Confesiones de un culé defectuoso by Sergi Pàmies

autor:Sergi Pàmies [Pàmies, Sergi]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Deporte
editor: ePubLibre
publicado: 2016-04-01T00:00:00+00:00

Esplendor y ruina

de las premoniciones

Las premoniciones forman parte de la psicología culé. Antiguamente, solían ser premoniciones negativas y vergonzosas, tan indignas que algunos culés preferían no manifestarlas y silenciarlas, con consecuencias psicosomáticas: pérdida del apetito, mal humor, palidez o irritaciones cutáneas. Las razones de esta fatalidad en los presagios eran múltiples. Siempre que un culé se atrevía a proyectarse hacia el futuro con cierto optimismo, la realidad se imponía en forma de batacazo, fracaso o catástrofe sobrevenida. Los que vivieron el Barça de las cinco copas hablan de una pausa feliz. Una pausa que, a pesar del color sepia de la época, les permitió ser culés y asimilar una confianza que, de domingo en domingo, superaba todas las adversidades, incluso la resaca de una posguerra difícil. La aportación de aquel Barça a la psicología barcelonista se suele menospreciar por desconocimiento o por pereza. Sin embargo, del mismo modo que, con razón, se destaca la aportación de Cruyff o, décadas más tarde, de Ronaldinho a la autoestima colectiva, debería valorarse el papel de Kubala no solo como promotor urbanístico del Camp Nou, sino como referente de un nuevo estado de ánimo. También es verdad que, para la época, la interpretación de esta autoestima no era ni de lejos la misma que vivimos hoy. La presencia de un hálito religioso, por ejemplo, era constante. Y que las victorias se celebraran en basílicas, catedrales y monasterios no era una casualidad, sino la consecuencia de una devoción inducida que, en el caso del Barça de las cinco copas, era multinacional y subrayaba la espiritualidad de un Kubala convertido por la propaganda del régimen en antídoto del veneno comunista y ateo. En aquella época, las referencias a la fe eran constantes.

Los visitantes del Camp Nou harían bien en aprovechar el desplazamiento para pasear un rato por el cementerio de Les Corts. Tiene una estructura accesible, clásica, tranquila y reconforta comprobar que consigue el tipo de aislamiento adecuado a aquel entorno. De pasillo en pasillo, se llega al nicho 625. Sobre la lápida, una cruz católica, a la izquierda, y una inscripción en catalán: «Família Kubala». Y, en letra más pequeña, el detalle personalizado: «Ladislao Kubala i Stecz, 10-6-1927, 17-5-2002». Como ocurre con tantas tumbas, que confirman el abismo entre la atención que suscita la vida y la que provoca la muerte, la primera impresión es algo decepcionante. Dos ramos de flores marchitas y, haciendo equilibrios en uno de los rebordes de la lápida, una imagen pequeña de la Virgen de Montserrat, de plástico, probablemente seleccionada en el muestrario de una tienda kitsch de artículos religiosos. Las posibilidades de que Kubala hubiera sido una excepción definitiva en la historia culé eran reales. Pero, por suerte, y a pesar de los largos períodos de sequía posteriores, el esplendor de su juego y el carisma del vínculo que estableció con la afición permitieron compensar la precariedad de títulos y las constantes humillaciones más o menos inducidas. Entre Kubala y Cruyff, los grandes jugadores del Barça no llegan a crear movilizaciones susceptibles de perdurar en el escaparate de la posteridad.

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