Cinco Esquinas by Mario Vargas Llosa

Cinco Esquinas by Mario Vargas Llosa

autor:Mario Vargas Llosa [Mario Vargas Llosa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ficción contemporánea, Literatura y ficción
ISBN: 9788420421988
Google: YKpwCwAAQBAJ
Barnesnoble:
Goodreads: 28190198
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2016-03-02T23:00:00+00:00


XV. La Retaquita tiene miedo

¿No la había llamado «Julieta Leguizamón» el capitán Félix Madueño, ese que vino a buscarla a Cinco Esquinas y la llevó a la morgue en el patrullero? Estaba muy bien informado, pues. Sí, Julieta era su nombre, pero muy poca gente sabía que se apellidaba Leguizamón. Le había sonado rarísimo que la nombrara de ese modo, porque a ella todo el mundo la llamaba con su apodo: la Retaquita. O, a lo más, Julieta. Así solía firmar sus artículos, con su apodo o su nombre de pila. El patrullero que la trajo de vuelta a su casa al jirón Teniente Arancibia ya no llevaba al oficial ni al civil, sólo a los dos guardias. Ni el que manejaba ni su compañero le dirigieron la palabra durante el trayecto y a ella no dejó de llamarle la atención que conocieran perfectamente el callejoncito agujereado de los Barrios Altos donde vivía.

Al llegar a su casa, la Retaquita fue a la cocina, se tomó un vaso de agua y se metió a la cama vestida, quitándose sólo los zapatos. Tenía mucho frío. Y entonces le vino la pena, una pena profunda, desgarradora, recordando lo que había visto en la morgue: lo que quedaba de Rolando Garro. No solía llorar, pero ahora sentía que sus ojos estaban mojados y que unos gruesos lagrimones le rodaban por las mejillas. Qué malvados, qué sanguinarios, le habían chancado la cara con una piedra y acribillado el cuerpo a puñaladas. Eso no podía ser obra de un simple pericote, de uno de esos pobres diablos que robaban carteras o arranchaban relojes. Ésa había sido una venganza. Un asesinato bien planeado y, seguramente, muy bien pagado. Un asesinato de sicarios, de profesionales del crimen.

Se estremeció de pies a cabeza. ¿Y quién podía haber planeado aquella venganza sino Enrique Cárdenas, el millonario al que Rolando Garro sacó calato en aquella orgía con fulanas fotografiada por Ceferino Argüello? Concha de su madre, maldito, hijo de la gran puta. Se le pondrían los huevos de corbata al pobre Ceferino cuando supiera lo que le habían hecho al director de Destapes. No era para menos, porque si a su jefecito lo habían destrozado así, qué le harían al autor de esas fotos. Mejor avisarle para que desapareciera por un tiempo, segurísimo que lo estaban buscando. Pero ni sabía la dirección de Ceferino ni tenía su celular para prevenirlo. Por lo demás, la Retaquita no pensaba asomar mañana por las oficinas de Destapes. Ni loca que estuviera. No pondría los pies allí por un buen tiempo. Además, quién sabía si la revista iba a sobrevivir; claro que no, desaparecería igual que el pobre Garro. ¿Estaría en peligro ella también? Trató de razonar fríamente. Sí, sin la menor duda. Todo el mundo sabía que desde hacía tiempo ella era el brazo derecho de su jefe, que la Retaquita era la redactora estrella de Destapes. Y aunque el mismo Rolando había escrito el reportaje que acompañaba las fotos del millonario calato, ella



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