Churchill by Roy Jenkins

Churchill by Roy Jenkins

autor:Roy Jenkins [Jenkins, Roy]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 2003-01-01T05:00:00+00:00


Me siento muy desdichado. Sería una acción terrible aplastar a Italia, y nos costará caro. Qué extraño es que, después de tantos años de rogar a Francia que se reconciliara con Italia, ahora la estamos obligando a elegir entre Italia y nosotros. No creo que debiéramos haber tomado la iniciativa de un modo tan vehemente. Si nos hubiéramos sentido tan fuertes sobre el tema, deberíamos haber avisado a Mussolini dos meses antes[688].

Después, se celebraron las elecciones (el 14 de noviembre) con razonable tranquilidad, con mayorías satisfactorias para el Gobierno en el conjunto del país y para Churchill en Epping. El Gobierno perdió casi cien escaños como retroceso natural de la forma totalmente artificial de la Cámara de los Comunes de 1931, pero, aun así, tenía una gran mayoría de 278 parlamentarios sobre los laboristas y de casi 250 sobre todos los demás partidos juntos. En Epping, Churchill obtuvo 34.849 votos frente a los 14.430 del candidato liberal y los 9.758 del laborista. Las consecuencias fueron mucho menos de su gusto. Recibió un telegrama de felicitación de Baldwin por su mayoría, pero ninguna oferta de cargo. Como escribió posteriormente con franqueza: «Fue para mí una decepción muy grande y amarga»[689].

Transcurrida una semana, decidió que todo había terminado (al menos temporalmente) y que era mejor marcharse al extranjero a ocultar su pesar y esperar recuperar su ecuanimidad. Hay constancia (en el diario de Harold Nicolson) de que compró billetes para Bali, adonde es posible que Clementine, tras su crucero por el Sudeste asiático del invierno anterior, quisiera que fuera. En realidad, se fue a un destino más mediterráneo y partió el 10 de diciembre hacia Mallorca. Conservaba suficiente interés por la política para almorzar, en su ruta con escala en París, con Pierre-Etienne Flandin, a la sazón en una posición incómoda entre el cargo de primer ministro, que acababa de abandonar, y el de ministro del Foreign Office al que pronto sería destinado. Pero el interés de Churchill iba a hacer que sus planes fueran desviados por la noticia de las propuestas de paz (o claudicación) de Hoare-Laval con respecto a Abisinia, lo que coincidió casi exactamente con la partida de Londres de los Churchill. Fueron entonces perseguidos por la lluvia (aunque Clementine pronto desertó y se fue a esquiar a Austria) de Mallorca a Tamariu, a Barcelona y a Tánger, donde los Churchill pasaron la Navidad. Hasta llegar al Hotel Mamounia de Marrakech, que él describió en la primera de sus muchas visitas allí como «uno de los mejores en los que me he alojado jamás», no encontró Churchill el sol, maravillosos colores para pintar, suficiente recuperación del ánimo para realizar una gran cantidad de trabajo en Marlborough y, como bonificación, la presencia no solo de Lloyd George sino también del siempre peripatético Rothermere.

En la lluvia española de diciembre, Churchill había digerido el cataclismo político causado por las propuestas de Hoare-Laval. Brendan Bracken le escribió el 11 de diciembre: «Hemos tenido un terremoto político […]. Baldwin, que hace tres o cuatro años se hallaba en un pináculo, ahora está sumamente desacreditado»[690].



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