Cesar by Colleen McCullough

Cesar by Colleen McCullough

autor:Colleen McCullough
La lengua: es
Format: mobi, epub
Tags: Novela Histórica
publicado: 2011-01-20T21:20:42+00:00


Roma

DESDE ENERO HASTA DICIEMBRE

DEL 50 A. J.C.

Cuando Cayo Casio Longino volvió a los treinta años a casa después de una extraordinaria carrera como gobernador de una provincia romana importante, se encontró con que era muy admirado. Con mucha astucia evitó pedirle al Senado un desfile triunfal, aunque sus hombres lo aclamaron como imperator en el campo de batalla cuando derrotó al ejército galileo cerca del lago Tiberíades.

–Yo creo que a la gente le gustó eso tanto como cualquiera de las cosas que hiciste en Siria -le dijo Bruto.

–¿Para qué llamar la atención hacia mi de un modo que los chocheantes senatoriales deplorarían? – le preguntó Casio encogiéndose de hombros-. De todos modos, no creo que me concedieran un desfile triunfal. Así que mejor prefiero fingir que no lo quiero. Las mismas personas que me habrían condenado por mi presunción ahora no tienen más remedio que alabarme por mi humildad.

–Te encantó, ¿verdad?

–¿Siria? Sí. Mientras Marco Craso estaba vivo no me gustó demasiado, pero después de lo de Carrás fue estupendo.

–¿Qué pasó con todo el oro y los tesoros que Craso cogió de los templos de Siria? ¿Se los llevó consigo cuando se marchó a Mesopotamia?

Durante unos instantes dio la impresión de que Casio no lo entendía; luego comprendió que Bruto, aunque sólo era cuatro meses más joven que él, sabía muy poco de la logística del gobierno de las provincias aparte del aspecto monetario.

–No, se quedaron en Antioquía. Y cuando vine los traje. – Casio sonrió agriamente-. ¿Por qué crees que yo le resultaba tan poco simpático a Bíbulo? Sostenía que los tesoros estaban a su cargo y que tenían que permanecer allí hasta que él regresara. Aunque si yo hubiera cedido, lo que en realidad habría llegado a Roma habría sido una cantidad considerablemente menor. Vi cómo se frotaba sus pegajosas manos ante la perspectiva de meter la mano en los cofres de dinero.

Bruto se quedó sorprendido.

–¡Casio! ¡Marco Bíbulo está por encima de cualquier sospecha o reproche! ¿El yerno de Catón iba a quedarse con algo que le pertenece a Roma? ¡Eso nunca ocurriría!

–Bobadas -le dijo Casio con desprecio-. ¡Qué tonto eres, Bruto! Es lo que cualquiera haría si se le diera la oportunidad. Que yo no lo hiciera se debió únicamente a mi edad y a mi incipiente carrera, que empieza a prosperar. Después de ser cónsul quiero la provincia de Siria, y lo conseguiré porque pienso establecerme como experto en Siria. Si yo hubiera estado allí como simple cuestor, nadie recordaría ni siquiera que yo había ido. Pero como el cuestor se convirtió en gobernador y tuvo un maravilloso éxito en su mandato en calidad de gobernador, toda Roma lo recordará. Por eso defendí mi derecho a traer el tesoro mal adquirido por Craso a mi regreso a Roma, como cuestor suyo que yo había sido. Era legal, y Bibulo lo sabía. Además tardó tanto en llegar hasta Siria que yo ya lo tenía todo embalado y cargado a bordo de una flota de barcos alquilados antes de que él pusiera un pie en Antioquía.



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