Catalina de Habsburgo by Yolanda Scheuber

Catalina de Habsburgo by Yolanda Scheuber

autor:Yolanda Scheuber [Scheuber, Yolanda]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2011-05-06T04:00:00+00:00


VI

EL MARQUÉS DE DENIA

Apenas entrar en mi claustro después de la misa del alba, aún sin levantar mi mirada, sé que mi sobrina María me está esperando. Es viernes. Sus labios me han sonreído y luce como siempre una maravillosa mirada. Sus ojos ostentan la misma curiosidad, el mismo brillo que exteriorizaban cuando niña… Después de compartir una conversación breve sobre las obras que está llevando adelante en la iglesia Nuestra Señora de la Luz me pide que continúe con mi relato…

Primavera de 1518

El 8 de noviembre de 1517 la noticia de la muerte del cardenal Francisco Jiménez de Cisneros en la villa de Roa recorrió todo el reino. Aquel ilustre prelado —quien fuera en vida su regente, a la muerte de mi abuelo Fernando el Católico—, murió camino a recibir a mi hermano a su llegada en un puerto del Cantábrico. Tristemente nunca pudieron conocerse, a pesar de haber mantenido una gran comunicación epistolar. Cisneros enfermó y murió antes de llegar hasta los pies del nuevo rey de España a presentarle sus respetos.

Mi madre, al enterarse de su muerte, quedó muy impresionada. El cardenal era quien había designado como mayordomo del castillo a don Hernán Duque de Estrada, por quien nosotras sentíamos un fraternal aprecio. Pero al arribar mi hermano a Tordesillas y conocer personalmente al buen administrador, lo consideró demasiado permisivo y decidió reemplazarlo. Al marcharse, Carlos llevó consigo la idea de suplantarlo cuanto antes por alguien de mayor severidad. Sin embargo, aquella decisión nos fue ocultada. Mi hermano deseaba que estuviésemos bien atendidas, pero mejor vigiladas. Estaba claro que no deseaba que muriésemos de hambre ni de sed y quería que vistiéramos con la dignidad de reina y de infanta de Castilla. Pero deseaba que el carcelero se ocupara no sólo de nuestro bienestar, sino de nuestro efectivo encierro. No me cabe, al evocar este recuerdo, agradecérselo con palabras porque no me ha quedado de aquella época más que dolores y amarguras…

Estábamos solas las dos, y digo solas, porque estar rodeadas de doscientos sirvientes que obedecían las órdenes del rey era como estar sin ellos…

Mi madre y yo pasamos aquellas navidades de 1517 vanamente esperanzadas. Ignorábamos los planes del rey. Estábamos seguras de que pronto seríamos liberadas de nuestro encierro que ya iba a completar nueve años en febrero de 1518. Desdichadamente, todo nos fue ocultado y las continuas modificaciones a nuestra futura forma de vida tampoco se nos permitía suponerlas. Nada de lo que esperábamos sucedió en los días inmediatos. Nada de lo que imaginábamos se cumplió. El sábado 16 de enero mis hermanos Carlos y Leonor regresaron por segunda vez a Tordesillas. En esta ocasión lo hicieron acompañados de nuestro entrañable hermano Fernando.

No puedo olvidar el día que llegaron. Era soleado y brillante. El cielo diáfano y profundo. El sol centellaba sobre el agua del foso que rodeaba el castillo y los campos que se extendían a la vera del río se alborotaban con el ruido de las aves. El graznido de los gansos y



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