Caballero by Pablo Poveda

Caballero by Pablo Poveda

autor:Pablo Poveda [Poveda, Pablo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2016-12-31T16:00:00+00:00


La mujer española, con su carácter tajante e impetuoso. Tan diferente al de otros países, hacía lo que decía y cumplía con su palabra sin vacilar en ello. Patricia se había largado del apartamento, no para siempre, aunque sí para una buena temporada. ¿A dónde?, no tenía ni la más remota idea, pero entendí que estaría bien. La relación había explotado como una granada de mano en pleno Pearl Harbour. Cuando cerré la puerta de la vivienda, encontré pedacitos de corazón esparcidos por las esquinas. Un cuchillo de cocina ensangrentado por las palabras malsonantes, los signos de admiración clavados en la pared y los dolorosos llantos de desconsuelo. Patricia se marchó y se llevó todos sus discos, pero una persona nunca llega a estar sola si cuenta con el saxo de Coltrane. Abrí la caja del Blue Train y puse el compacto en el equipo de música.

Patricia tendría mi respuesta publicada en unas horas. Le iba a demostrar, a ella y a todos, que no era un iluso reportero perdedor de diario provincial.

Las notas sobrevolaron el apartamento. La cerveza corrió por mi garganta. Abrí otra lata y una tercera. Coltrane no paraba de lanzar notas al aire. Abstraído en mis pensamientos llegué a la conclusión de que tenía que lanzar un cebo a nuestro presunto homicida. Tenía las pruebas suficientes para que reabriesen el caso y poder marcarme un tanto ante la competencia, Ortiz y el resto del mundo. Solo tenía que emparejar las hipótesis, usar la edición del día siguiente como trampolín y publicar la noticia sin la supervisión de mi jefe.

Miré el reloj. Eran las diez de la noche del viernes.

Ortiz estaría en su casa viendo la película española que echaban siempre en La 2.

El conflicto de intereses se apoderaba más y más rápido de mí. Podía aprovechar la coyuntura, dejarme caer por la redacción y despertar a la ciudad al día siguiente. Podía escribir un artículo que pusiera en vilo al cuerpo de Policía, incomodara los culos de la clase política y sacara a la gente a la calle. Pero también podía quedarme donde estaba, pensando en qué hacer para que Patricia regresara a la cama sin arrastrarme por el suelo. Ninguna de las dos opciones era la correcta. Traicionar al resto o traicionarme a mí mismo.

Empezaba a sentir el alcohol fluir por mis venas a causa del estómago vacío.

Marqué el número de Hidalgo.

Saltó el buzón de voz.

—Lo siento —dije en voz alta.

Puse en marcha el ordenador portátil y lo coloqué sobre la mesa. Encendí un cigarrillo y abrí un documento en blanco de Word. El hechizo parecía haberse apoderado de mí. Sabía que poseía un don para las historias de ficción aunque, por desgracia, la que iba a contar estaba basada en hechos reales. Un poco de maquillaje por aquí, un tanto de sensacionalismo por allá y pasada la medianoche, tendría mi artículo para la edición del día siguiente. Debía darme prisa, pues solo contaba con unas horas para modificar la versión final de la maqueta e incluir la bomba mediática.



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