Butcher's Crossing by John Williams

Butcher's Crossing by John Williams

autor:John Williams [Williams, John]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1959-12-31T16:00:00+00:00


6

Los días se acortaban; la verde hierba del prado montañés empezaba a amarillear en las noches cada vez más frescas. A partir del primer día que pasaron en el valle, llovió casi todas las tardes, de modo que tomaron casi por costumbre abandonar la tarea pasadas las tres y echarse en el campamento bajo una lona impermeabilizada, tensada desde lo alto del carro hasta el suelo y fijada con estaquillas. En esos ratos de descanso hablaban muy poco; escuchaban el golpeteo de la lluvia sobre la lona, que los pinos adyacentes volvían irregular; y desde debajo contemplaban la llovizna. A veces caía una especie de densa niebla gris que casi oscurecía la arbolada ladera de la montaña; otras veces había un resplandor plateado, pues las gotas, al reflejar el sol, centelleaban como diminutas agujas que cayeran de lo alto para clavarse en la blanda tierra. Terminada la lluvia, que rara vez duraba más de una hora, los hombres reanudaban la persecución y matanza de bisontes, por regla general hasta que caía la noche.

La manada se adentraba cada vez más en el valle, hasta el punto de que Andrews, Miller y Schneider tenían que levantarse antes de que clareara el día para aprovechar la jornada; a mediados de la primera semana, se vieron obligados a cabalgar durante más de una hora para llegar hasta los bisontes.

—Los perseguiremos una sola vez hasta el fondo del valle —dijo Miller un día ante las quejas de Schneider—. Y luego los perseguiremos de regreso. Si hacemos que vayan de un lado para otro, acabarán dispersándose en grupos más pequeños y nos resultará más difícil cazarlos.

Cada dos o tres días Charley Hoge enganchaba los bueyes al carro y seguía el rastro de la matanza, marcado por la irregular disposición de pieles de bisonte expuestas en el suelo. Andrews y Schneider, y a veces también Miller, iban con él; a medida que el carro avanzaba lentamente, los tres hombres tiraban dentro las pieles. Una vez recogidas todas, el carro las transportaba al campamento; los hombres volvían a ponerlas en el suelo, apiladas; cuando el montón alcanzaba entre siete y ocho palmos de altura, lo aseguraban pasando tiras de cuero crudo, arrancadas de un bisonte recién matado, a través de los cortes en las patas de las pieles superior e inferior. Cada montón contenía entre setenta y cinco y noventa pieles, y pesaba tanto que para ponerlo al resguardo de los árboles tenían que hacerlo entre los cuatro.

Will Andrews fue mejorando poco a poco en la tarea de despellejar. Sus manos ganaron dureza y seguridad; sus cuchillos perdieron la pátina de nuevos y con el uso cortaban cada vez mejor, lo que pronto le permitió despellejar un bisonte por cada dos de Schneider. La fetidez de los animales, el tacto de la carne caliente en sus manos, la vista de la sangre coagulada tenían menos impacto en sus sentidos que al principio. Al poco tiempo despellejaba a los animales como un autómata, apenas consciente de estirar la piel de una bestia sin vida y asegurarla al suelo con estaquillas.



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