¡Viven! La tragedia de los Andes by Piers Paul Read

¡Viven! La tragedia de los Andes by Piers Paul Read

autor:Piers Paul Read [Read, Piers Paul]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 1974-04-22T16:00:00+00:00


9

* * *

Los ánimos de los chicos que dejaron tras ellos habían mejorado mucho durante su ausencia. Sobre todo a causa de la inmensa sensación de alivio que experimentaban al saber que por fin se estaba haciendo algo efectivo para que los rescataran. Todos estaban seguros de que los expedicionarios encontrarían ayuda. También desde que ellos se habían marchado estaban más cómodos en el avión. Disponían de más espacio para dormir y sin Canessa ni Vizintín, la tensión se había relajado.

Algunos echaban de menos a los expedicionarios. Mangino, por ejemplo, había perdido la protección de Canessa. Pero, de todas formas, ahora la necesitaba menos, pues había empezado a sentirse menos indefenso. Sufría con estoicismo los dolores de la pierna rota y era más fácil dormir a su lado. Methol —una vez le dijo que si fuera su padre le daría una paliza, hasta tal punto lo irritó Mangino— era ahora el confidente de sus remordimientos.

—Yo estaba muy mimado —le dijo Mangino—. Aquí arriba se da uno cuenta de su horrible comportamiento anterior. Yo solía darle patadas a mi hermano si me molestaba, o tirar la sopa si no la encontraba de mi gusto. ¡Quién pudiera tener aquella sopa ahora!

Todos creían que habían pasado por una experiencia que los había purificado. Delgado, Turcatti, Zerbino y Fito Strauch en cierta ocasión hablaron y estuvieron de acuerdo en que estaban pasando por una especie de Purgatorio. También se acordaron de los cuarenta días que Cristo había pasado en el desierto, y como ahora se cumplían los cuarenta días de la fecha del accidente, estaban seguros de que su suplicio iba a terminar de un momento a otro. Como para demostrar que sus sufrimientos los habían convertido en unos hombres mejores, pusieron todo su empeño en no discutir y ser todo lo amables posible unos para con los otros.

Cierto era que sus discusiones nunca fueron serias si se las comparaba con los fuertes vínculos que los unían en su común propósito. En especial, cuando rezaban por la noche, sentían casi una solidaridad mística, no solo entre ellos, sino también con Dios. Le habían pedido ayuda cuando la necesitaron y ahora lo sentían muy cerca. Algunos llegaron a pensar que la avalancha fue como un milagro para proporcionarles más alimentos.

Esta unión no se limitaba solo a Dios, sino a los amigos que habían muerto y cuyos cuerpos se estaban comiendo ahora para sobrevivir. Dios había llevado sus almas al cielo, porque su misión en la tierra ya había terminado, pero de todos los que vivían no había ni uno solo que no prefiriese estar en el lugar de quienes se habían ido. Nicolich, antes de la avalancha, y Algorta, mientras se estaba asfixiando bajo la nieve, se prepararon para morir y donar sus cuerpos a los amigos. Lo cierto era, como dijo Turcatti en el curso de la conversación sobre Cristo en el desierto, que las condiciones en la montaña eran tan terribles, que cualquier cosa hubiera sido mejor, incluso la muerte.

Numa Turcatti estaba cada vez más desanimado.



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