Antonio y Cleopatra by Adrian Goldsworthy

Antonio y Cleopatra by Adrian Goldsworthy

autor:Adrian Goldsworthy [Goldsworthy, Adrian]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 2010-01-01T05:00:00+00:00


XVIII

DIOSA

En mayo del año 44 a. C. Cicerón corrió la voz de un rumor que había oído: Cleopatra y «ese César suyo» habían muerto camino de vuelta a Egipto. Albergaba esperanzas de que fuera verdad: un mes después escribió explícitamente «Odio a la reina» (en su escueto latín, Reginam odio), y también se quejó del comportamiento de uno de sus cortesanos, Amonio; esto no le había impedido visitarla en vida de César, ni aceptar su ofrecimiento de unos regalos «relacionados con el saber, que no rebajan mi dignidad» —regalos que nunca llegaron a materializarse, lo que aumentó mucho su aversión y le hizo despotricar también sobre la «arrogancia de la reina»—. Al irse, Cleopatra había dejado agentes en Roma para salvaguardar sus intereses, y el berrinche de Cicerón al parecer les planteó dudas sobre si les iba a ayudar o no: Roma siempre estaba llena de hombres que presionaban a los senadores intentando convencerles de que respaldaran a sus soberanos y a sus pueblos.[1]

En el breve párrafo de una larga misiva que versa de muchos otros asuntos y constituye la alusión más completa a Cleopatra en toda la correspondencia de Cicerón y cualquier otro de sus escritos, el orador se va por las ramas explayándose sobre sus difíciles relaciones con las mujeres, como si hubiera de hallar explicación al hecho de que no le gustara Cleopatra. Mucho más significativo es que aluda a ella muy pocas veces y sólo de pasada, y que después de aquel año nunca más volviera a mencionarla: si la reina hubiera desempeñado un papel en la lucha por el poder que se desarrollaba en Roma, habría figurado mucho más, por hostiles que hubieran sido los comentarios; de momento, ni ella ni Cesarión importaban tanto como para merecer mucha atención, ni siquiera odio, de los romanos eminentes.[2]

Tal vez la travesía de vuelta a Alejandría fuera agitada: en la Antigüedad, los viajes por mar eran muchas veces peligrosos y la amenaza de la enfermedad estaba siempre presente. Si hubo peligros en ruta, Cleopatra y su hijo sobrevivieron a ellos y también su hermano y consorte Ptolomeo XIV; si es que los había acompañado a Roma, como parece lo más probable. Sin embargo, a finales de agosto el adolescente ya había muerto. Un siglo después, el historiador judío Josefo escribió que Cleopatra lo había envenenado, y aunque la actitud de Josefo hacia la reina es por lo general hostil, hay pocas razones para poner en duda la historia: la mayoría de las muertes violentas de los Ptolomeos fueron a manos de su propia familia. Aun así, también es posible que el joven muriera por causas naturales.[3]

En todo caso, la muerte fue de lo más conveniente para Cleopatra: ningún rival con serias pretensiones al trono podía venir más que del seno de la familia, y sobre todo de entre los hermanos. César había confirmado a hermano y hermana como corregentes, tal vez porque sabía improbable que se aceptara el gobierno de una reina en solitario y quizá también por respetar el espíritu del testamento de Auletes.



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