Amos y Mazmorras VII by Lena Valenti

Amos y Mazmorras VII by Lena Valenti

autor:Lena Valenti [Valenti, Lena]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico, Policial, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2015-11-23T05:00:00+00:00


Capítulo 11

—No he oído bien lo que has dicho —repuso sorprendido e incrédulo—. ¿Puedes repetirlo? —Ella temblaba, señal de lo mucho que le costaba mantener a su fiera interior bien sujeta.

Prince se la imaginaba como una pantera enorme rasgándola por dentro. Su mirada estaba tan teñida de desilusión, que era como un baldazo de agua fría sobre él.

—No —contestó altanera, bajando los peldaños para alejarse de esa casa. De él.

Ahora bien, si Sharon creía que podía dejarle con la palabra en la boca, y que Prince iba a ser tan inofensivo como los demás hombres con los que había estado, entonces quería decir que no había entendido de la misa la mitad.

Pero se encargaría de dejárselo claro.

—No te vas, Sharon —la tomó del antebrazo y la acercó a él hasta colocarla delante de nuevo, como el padre que regañaba a una niña pequeña y quería asegurarse de que entendía la reprimenda.

Los ojos de hielo de ella se posaron en la mano que la sujetaba con firmeza, cuyo contacto quemaba no solo su piel, sino toda la confianza que había depositado en el hombre que representaba.

—Suéltame. Ahora mismo.

—Ni hablar —contestó arqueando un ceja negra—. No te vas.

—Que me sueltes —se revolvió como una culebra—. Te he visto, Prince.

—¿Que me has visto? —él no entendía nada—. No comprendo. Estate quieta.

—¡Te he visto con esa mujer, agarraditos de la mano! —le gritó sin importarle si molestaba a los vecinos a esas horas. Todo lo de Prince la sobrepasaba. Sus ojos se encendieron febriles—. ¡Entrando en ese local exclusivo de Nueva York!

Él frunció el ceño, pues no acababa de ubicarse en el contexto que decía Sharon.

—¿Fuiste a Nueva York? —dijo impresionado.

—No, paleto —le espetó—. Te vi por el canal de cotilleos de Nueva Orleans. ¡Que te he dicho que me sueltes! —le abofeteó la mano que la sujetaba.

A Prince le hizo gracia el atrevimiento que tenía Sharon de insultarlo con tan poco respeto.

A veces, le sucedía. La prensa rosa de Nueva Orleans lo cazaba de vez en cuando, haciéndole fotos saliendo de garitos y locales. No comprendía por qué le interesaba su vida a los demás. Pero así era. Si supieran cómo era su vida y lo que de verdad le gustaba, iban a clamar al cielo.

—Guarda las uñas, gata —le dijo entre dientes—. Y deja de pegarme.

—¡Eres un mentiroso! ¡No tengo nada de lo que hablar contigo!

—Ya lo creo que sí —se cernió sobre ella—. No te hacía por una de esas mujeres que ven los programas de cotilleos.

—¡Y no lo soy! —se defendió intentando quitárselo de encima—. ¡Pero Tracey me obligó a verlo!

—Entiendo. Entonces, ¿qué crees? ¿Que he ido a un local de BDSM con otra que no seas tú? —siseó entre dientes—. ¿Crees que he estado con otra mujer? —le preguntó con firmeza—. Y ten cuidado con lo que contestas, Sharon —la amenazó—. Porque no voy a permitir que ofendas y manches lo que siento por ti con tanta facilidad. Te dije cuál es la naturaleza de nuestra relación. Lo especial que eres para mí.



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