Amor, pobreza y guerra by Christopher Hitchens

Amor, pobreza y guerra by Christopher Hitchens

autor:Christopher Hitchens [Hitchens, Christopher]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 2003-12-31T16:00:00+00:00


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«El programa» es la lotería que he mencionado. A pesar de un bien publicitado descenso en la tasa de asesinatos en Nueva York, el número de asesinatos y asesinos en Estados Unidos por persona continúa siendo muchas veces mayor que el de cualquier país comparable. (Y sin duda, por cierto, que el de cualquier país comparable que haya abolido la pena de muerte). Hay aproximadamente cien mil asesinos condenados y retenidos en el sistema de prisiones estadounidense. Si todos fueran ejecutados, el país se convertiría en un osario; una orgía del ojo por ojo y el diente por diente. Así, en cambio, se selecciona a cierto número para la venganza definitiva y para la sanción más severa. Es posible hacer que el trámite sea tan meditado y meticuloso como resulte humanamente posible. Se pueden colocar tantas «garantías» y «revisiones» que el proceso se alargue tanto que equivalga a una tortura. Pero esto solo subrayará lo que más se desea ocultar: el hecho de que se está practicando un juego de la suerte con una rueda rota.

En efecto, nadie que no pertenezca a las clases perdedoras ha sido nunca arrojado a la celda de un condenado a muerte en estos Estados Unidos. Clinton Duffy, el alcaide de San Quintín que ha supervisado noventa ejecuciones, describió escuetamente la pena como «un privilegio de los pobres». Podría decirse, sin forzar demasiado las cosas, que Samuel Lee McDonald sacó un número de lotería bastante bajo el día que su madre lo parió. Eso no es liberarlo de su responsabilidad. Pero tampoco hay que olvidar la nuestra. Hay muchos argumentos poderosos contra el principio de la pena capital, que cualquier persona inteligente puede desplegar, y que me gusta pensar que yo podría desplegar de forma contundente en otro artículo. Pero es la práctica, no el principio, la que ha conquistado a más conversos últimamente, y los ha conquistado entre la gente que tiene que administrar el asunto.

El antiguo juez del Tribunal Supremo Harry Blackmun escribió en 1994:

A partir de hoy ya no juguetearé con la maquinaria de la muerte. Durante más de veinte años me he esforzado —en realidad he luchado—, junto con una mayoría de este Tribunal, para desarrollar reglas sustanciales y procedimentales que prestasen algo más que la mera apariencia de justicia a la pena de muerte. En lugar de consentir con la ilusión del Tribunal de que se ha alcanzado el nivel de justicia deseado y se ha erradicado la necesidad de regulación, me siento moral e intelectualmente obligado a admitir que el experimento de la pena de muerte ha fracasado.



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