Alta cultura descafeinada by Alberto Santamaría

Alta cultura descafeinada by Alberto Santamaría

autor:Alberto Santamaría
La lengua: spa
Format: epub
editor: Siglo XXI de España Editores, S. A.
publicado: 2019-04-15T00:00:00+00:00


Hablando de esta situación provocada por la estética relacional el artista Pablo Helguera, en su Manual de estilo del arte contemporáneo, lo expresa con una ironía no exenta de crítica. En la entrada 'Estética relacional' podemos leer: 'Filosofía articulada por el curador Nicolas Bourriaud que ayudó a justificar la tendencia o necesidad de artistas y curadores de viajar constantemente por el mundo para implementar su profesión, utilizando a las comunidades locales como su medio. La estética relacional, si bien dependiente hacia la localidad, ha generado asimismo el síndrome de la “vergüenza parroquial” del artista o curador que comúnmente vive en un pueblo lejano, que no es invitado a ninguna parte para hacer su obra, no tiene la oportunidad de ver exposiciones internacionales y, por tanto, no tiene la oportunidad de producir fórmulas culturalmente exóticas que sean relevantes al gran diálogo relacional. La estética relacional es una teoría patrocinada por las fundaciones de arte contemporáneo europeas' [23]. (Lo 'culturalmente exótico' sería otra buena definición.) En otra perspectiva, situada en la propia dialéctica de las relaciones entre arte y relaciones sociales, encontramos la exposición Living as Form (2011) [24], comisariada por Nato Thompson, quien sostiene en el texto del catálogo que esa 'estética relacional' se conformó como una maniobra o un gesto superficialmente crítico y cercano (demasiado) a un cocktail vip (de 'Arty Party' o de 'Chat rooms' hablará Hal Foster) como un gesto fetiche para amortiguar la conciencia [25]. Más recientemente el mismo Hal Foster ha reflexionado sobre este impacto relacional apuntando que a tales prácticas se les atribuye 'una determinada política sobre la base de una débil analogía entre una obra de arte abierta y una sociedad inclusiva, como si una disposición inconexa de tales materiales pudiera evocar una comunidad democrática'. Pero ¿cuál es la consecuencia de esto para la propia práctica artística? Foster insinúa la siguiente: 'Esto indica que la colaboración amenaza con volverse autónoma y automática; se anima a la colaboración, como a la activación, cual fin en sí mismo' [26].

La pregunta, situándonos en esta perspectiva de crítica sobre la base de los elementos mercantiles de la obra de arte, es la misma que le que plantea Claire Bishop a Nicolas Bourriaud, a saber: ¿qué clase de relaciones produce el arte relacional? Para Bishop la impostura democrática de la estética relacional parte del hecho de que se trata de obras políticas 'en el sentido más vago de promover el diálogo sobre el monólogo' [27]. Escribe Bishop: 'Todos comparten el interés por el arte y lo que de allí [en la situación generada en una obra de Tiravanija] resulta son rumores del mundo artístico, comentarios sobre muestras y ocasiones de coqueteo. Aunque hasta cierto punto es una buena forma de comunicación, no es en sí ni de por sí representativa de la “democracia”' [28]. No solo Tiravanija. Ahí está, por ejemplo, la performance de Dimitri Gutov, titulada La última cena (1996) donde comisarios y artistas participan en una cena para hablar de cooperación en el interior de la propia galería.



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