Afrodita by Isabel Allende

Afrodita by Isabel Allende

autor:Isabel Allende [Allende, Isabel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Sexualidad
editor: ePubLibre
publicado: 1997-01-01T05:00:00+00:00


El harén

Aunque parezca inimaginable, hubo un tiempo anterior a la televisión. Nací en esa época. Me crie jugando a las casitas con muñecas de trapo y leyendo todo lo que caía en mis manos, especialmente folletines por entregas que mi abuelo abominaba, pero de alguna manera entraban de contrabando a la casa. Así leí novelas clásicas e innumerables historias románticas, la mayoría situadas en épocas pasadas y sitios exóticos. La única que dejó huella en mi memoria fue la tragedia de un noble inglés a quien piratas turcos del Mediterráneo le robaron la novia. El autor se debe haber inspirado en Aimée de Rivery, una muchacha francesa, prima de Josefina Bonaparte, raptada por piratas levantinos en alta mar y vendida como esclava en el harén del sultán Abdul Hamid I, a fines del siglo XVIII. Después de muchas aventuras, el héroe de mi folletín descubrió que su amada había sido comprada para el serrallo del sultán y decidió rescatarla con la complicidad de un comerciante judío, quien gozaba de acceso al patio del palacio para ofrecer sus riquísimas telas, aunque siempre estrechamente vigilado y separado de las mujeres por biombos y cortinas. El noble inglés se afeitó la barba y se vistió de odalisca —un capítulo completo estaba dedicado a la descripción de babuchas recamadas de perlas, cinturón de oro, pantalones de seda, chaleco de brocado, velos y joyas— y contoneando las caderas como una sensual doncella y cubriéndose pudoroso la cara con un velo, logró engañar al gran eunuco negro, máxima autoridad del harén. Una vez dentro del gineceo —otro largo capítulo sobre las fastuosas habitaciones, las mujeres, los baños y jardines— encontró a su novia justo a tiempo para impedir que fuera conducida al lecho del depravado sultán y ambos escaparon saltando murallas y burlando jenízaros, proeza que habría sido imposible en la vida real, pero que me inició en el vicio sin retorno de la exageración y la aventura.

¿Qué hombre no ha tenido la fantasía de poseer un harén? ¿Y qué mujer con dos dedos de frente no lo considera su peor pesadilla? Digo esto desde la perspectiva de mi edad madura, porque a los dieciocho años, cuando trabajaba copiando estadísticas forestales, solía soñar con ser la cuarta esposa de un árabe millonario que apreciara mi trasero y me permitiera pasar la vida comiendo chocolates y leyendo novelas. El feminismo me salvó de las trampas de la imaginación. Grandes pintores, como Ingres y Delacroix, idealizaron en sus telas la belleza exótica y secreta de esas mujeres recluidas, como aves de lujo en jaulas de oro, cuyo único destino era satisfacer los caprichos de un amo y darle hijos varones. A mediados del siglo pasado, cuando se abrieron rutas fáciles hacia el Norte de África y Asia, muchos viajeros regresaron a Europa con cuentos fabulosos que originaron una verdadera obsesión orientalista en la literatura, las artes y la moda. Tanto atrapó la imaginación varonil la idea del harén, que más de un caballero con medios económicos intentó comprar esclavas circasianas y llevarlas a Londres o París para iniciar su propia forma de poligamia.



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