Acqua alta by Donna Leon

Acqua alta by Donna Leon

autor:Donna Leon
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Intriga
publicado: 1996-01-01T05:00:00+00:00


15

Brunetti salió de la questura quince minutos después llevando las botas y el paraguas. Cortó hacia la izquierda en dirección a Rialto, pero luego torció a la derecha, otra vez a la izquierda y al poco cruzaba el puente que conduce a campo Santa Maria Formosa. Frente a él, al otro lado del campo, se levantaba el palazzo Priuli abandonado desde que él pudiera recordar, plato fuerte de un envenenado litigio sobre un testamento impugnado. Mientras herederos y presuntos herederos se disputaban su propiedad, el palazzo se entregaba con aplicación y perseverancia a su labor de deterioro, indiferente a herederos, reclamaciones y legalidad. Largos churretes de herrumbre bajaban por las paredes de piedra desde las rejas que trataban de impedir la entrada a los intrusos, y el tejado se descoyuntaba formando protuberancias y hendiduras y abriendo aquí y allá grietas por las que el sol se colaba a curiosear en el desván cerrado desde hacía años. El Brunetti romántico había imaginado muchas veces que el palazzo Priuli sería el lugar ideal para recluir a una tía loca, a una esposa rebelde o a una heredera recalcitrante, mientras que su yo más pragmático y veneciano lo consideraba un inmueble muy apetecible y contemplaba sus ventanas dividiendo el espacio interior en apartamentos, oficinas y estudios.

Tenía la vaga idea de que la tienda de Murino se hallaba en el lado norte, entre una pizzería y una tienda de máscaras. La pizzería estaba cerrada, en espera de la vuelta de los turistas, pero tanto la tienda de máscaras como la de antigüedades estaban abiertas y sus luces brillaban entre la lluvia invernal.

Cuando Brunetti empujó la puerta de la tienda, sonó una campanilla en una habitación situada más allá de un par de cortinas de terciopelo adamascado colgadas de un arco que conducía al interior. La sala tenía el brillo discreto de la riqueza, una riqueza antigua y sólida. Sorprendentemente, eran pocas las piezas expuestas, pero cada una exigía la plena atención del visitante. Al fondo había un aparador de nogal que relucía merced a siglos de cuidados, con cinco cajones en el lado izquierdo. A mano derecha de Brunetti se extendía una larga mesa de roble, procedente sin duda del refectorio de algún convento. También a la mesa se le había sacado brillo, aunque sin tratar de disimular las muescas y otras señales debidas a un largo uso. A sus pies yacían dos leones de mármol que abrían las fauces con una amenaza que quizá en tiempos fuera intimidatoria. Pero el tiempo había desgastado los dientes y suavizado los rasgos, y ahora parecían encararse a sus enemigos con lo que más que un rugido era un bostezo.

—C'è qualcuno? —gritó Brunetti hacia el fondo de la tienda. Miró al suelo y observó que su paraguas había dejado ya un gran charco en el parquet de la tienda. El signor Murino debía de ser un optimista, además de forastero, para haber puesto parquet en una zona de la ciudad tan baja como ésta. La primera acqua



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