Vuelo directo al amor by Noni García

Vuelo directo al amor by Noni García

autor:Noni García
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2018-12-09T23:00:00+00:00


19

Tras devorar las pizzas, un gran polvo y una buena siesta, las manecillas del reloj que vestían en sus muñecas marcaban las siete de la tarde, y estaban llamando a la puerta de Mariola. No podían quedarse mucho tiempo, porque Paty estaría en casa a nueve y media como muy tarde, pero, al menos, podría despedirse de su familia.

Mariola abrió la puerta y se lanzó a sus brazos, sin reparar en el hombre que acompañaba a su hermano. Una vez deshizo el agarre para dejarlo entrar, miró a quien se escondía detrás de él y sus ojos se abrieron de forma desorbitada.

—Creo que ya os conocéis.

—Él es… Esta mañana…

—Sí, Mariola, él es Alejandro, el cliente de la inmobiliaria que ha comprado nuestra casa, y… —Sergio miró al hombre sonriente.

—Y soy su pareja, Mariola.

—¿Por qué no me habías dicho nada, Flacucho? Esta mañana estaba yo de los nervios y era tu novio quien…

—Frena el carro, señorita Pepis, que yo no sabía lo que iba a hacer. Me lo ha dicho después de hablar contigo a mediodía.

—Por Dios, pasad, que con la impresión…

Los dos hombres entraron y dos niños se abalanzaron sobre Sergio. Con ellos en brazos, llegaron hasta el salón, donde Juan los esperaba con el mandil puesto y una bandeja de dulces en las manos. Su cuñado era un gran repostero, aunque su negocio estuviera en horas bajas por culpa de la crisis. Apenas les llegaba para subsistir y el dinero de la venta les vendría muy bien para cancelar deudas y vivir de una forma más desahogada. Hasta había intentado que su hermana se quedara con el dinero íntegro, pero no había accedido a ello.

Degustaron el café y los dulces, hablaron de todo un poco, Sergio sufrió el interrogatorio de su Mariola y Alejandro prometió que al día siguiente pasaría por la pastelería para llevarle dulces a su madre.

Llegaron a la casa con ganas de echarse a dormir de nuevo, pero eso tendría que esperar. Paty estaba al llegar con la comida mexicana del restaurante al que solían ir a comer, y pensar en ese delicioso guacamole hizo que a ambos se les hiciera la boca agua.

El timbre sonó y Alejandro acudió raudo a abrir mientras Sergio terminaba de poner la mesa. Una sonriente Paty cargada de bolsas aguardaba tras la puerta y no dudó en abrazarse al chico, aun a riesgo de que la comida terminara desparramada dentro de las bolsas.

Alejandro le quitó la comida de las manos y ella corrió a abrazar a su amigo, que, aunque aún no la había puesto al tanto del paso que habían dado, sabía que estaba feliz del momento que estaba viviendo.

—¿Y esos relojes? Sabía que teníais buen gusto, pero no que fuera el mismo.

—Es un símbolo de compromiso… —dijo Sergio, haciendo que Paty boqueara y abriera los ojos como platos.

—¿Un qué? —Sergio rodeó con uno de sus brazos la cintura de Alejandro, y los dos mostraron sus relojes en la muñeca izquierda.

—Te salió bien la jugada, Mocosa. Vamos a intentarlo. —Los dos hombres se miraron y se dedicaron un tierno beso.



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