Elijo elegir by Ana Forner

Elijo elegir by Ana Forner

autor:Ana Forner [Forner, Ana]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Romántico, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2015-09-21T16:00:00+00:00


Capítulo 21

Es viernes; me despierto antes de que suene el despertador y mi mirada va directa al espejo. ¡Dios mío de mi vida! Si este espejo hablara… Me excita recordar lo que hicimos ayer; me encantó que me follara así; estoy excitada y no hace ni medio minuto que estoy despierta. Me levanto y me arrastro directa a la ducha para enfriar un poco mi cuerpo, ¡que falta me hace!

Cuando salgo valoro qué ponerme. Está soleado, así que opto por una minifalda negra con una camiseta básica blanca, un fular de calaveras blanco y negro y mis botines negros; me pongo la cazadora de piel negra y dejo mi pelo suelto, me gusta cómo me veo y salgo disparada. Me encanta mi trabajo, pero lo que de verdad me gusta es trabajar con él. Siempre con él.

A las siete y cuarenta estoy sentada en mi mesa revisando la agenda de Philip; hoy la tiene repleta, el viaje a París se acerca y, a falta de la modelo, está todo listo. Además, aparte de esta cuenta, llevamos otras, por lo que la actividad es frenética.

Me dirijo a su despacho y, como siempre, llamo antes de entrar.

—Buenos días, Philip —le digo guiñándole un ojo y entregándole su agenda.

Me mira fascinado; desde luego le ha gustado la minifalda.

—Buenos días, nena, estás preciosa —me responde mirándome descaradamente.

Veo deseo en sus ojos, el mismo que él verá en los míos; llevo deseándolo desde que he abierto los ojos. Me acerco mimosa, me siento en su regazo y recuerdo cuánto anhelaba hacer esto al principio de trabajar aquí y en dos segundos tengo su mano subiendo por mi pierna.

—Y tú eres el jefe más sexi que he tenido jamás —susurro mordiéndole suavemente el labio; está duro como una piedra debajo de mí.

Noto su mano ascender despacio y llegar a mi tanga.

—Nena, no sabes cómo me pone tu ropa interior.

Y apartando el tanga a un lado, acaricia superficialmente mis húmedos labios, torturándome.

—Philip, por favor —gimo abriendo más las piernas y moviendo mi trasero sobre su duro pene.

—¿Qué quieres? —me pregunta con voz ronca.

—Tócame más —le pido jadeando.

—¿Quieres esto, nena? —me plantea metiendo dos dedos de golpe y empezando a masturbarme.

—Síiii —gimo echando la cabeza hacia atrás y abriendo más las piernas descaradamente—. La puerta no está cerrada con llave —siseo jadeando; apenas puedo hablar, lo único que deseo es que haga conmigo lo que quiera.

Saca sus dedos para acariciar mi hinchado clítoris y los mete de nuevo, entrando y saliendo una y otra vez, pero antes de que pueda correrme, los retira y, llevándoselos a la boca, los lame sin dejar de mirarme.

—Delicioso, como siempre, lástima que no pueda seguir —me dice con una tranquilidad pasmosa mientras me coloca bien el tanga—; ahora ya sabes cómo voy a sentirme durante el resto del día viéndote pasearte así vestida.

Me levanta de su regazo y, dándome una palmada en el trasero, me dice con una media sonrisa:

—Y ahora vuelva al trabajo, señorita Ferreño.

Mi cara debe ser un poema. ¿No



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