Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras del doctor Diego de Torres Villarroel by Diego de Torres Villarroel

Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras del doctor Diego de Torres Villarroel by Diego de Torres Villarroel

autor:Diego de Torres Villarroel [Torres Villarroel, Diego de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 1759-01-01T05:00:00+00:00


AHORA EMPIEZA EL TROZO QUINTO DE LA VIDA

que aun está rompiendo por permisión de dios

el doctor don Diego de Torres

DESPUÉS que murió el cuarto trozo de mi vida y que enterré los huesos de mis cuarenta años en Madrid, donde los atrapó la guadaña del tiempo que nos persigue y nos coge en todo lugar, ocasión y fortuna; y después que escucharon mis zangarrones en la tumba del nulla est redemptio el último requiescat de mi olvido; y después, finalmente, que concluí con todas las exequias de mi edad difunta, predicando al mundo la oración fúnebre de mis aventuras y fechurías, continué con mi vitalidad, lleno de salud, de alegría, de estimación y de bienes a borbotones, asegurados todos en las honras de estar en la casa y a los pies de la excelentísima señora duquesa de Alba, mi señora. Gozaba de esta felicidad con la serena añadidura de hallarme sin deudas, sin pretensiones, sin esperanzas y otros petardos enfadosos que se meten por nuestra inocencia o los busca nuestra codicia sin saber lo que se hace, para tener siempre al espíritu revuelto y enojado. Asistía a todas las diversiones cortesanas con que tiene comúnmente dementados a sus moradores aquel lugar indefinible. Lograba coche, Prado, comedias, torerías y los demás espectáculos adonde concurren los ricos, los ociosos y los holgones, pero con la gran ventura de que ni me costaba el dinero ni la solicitud ni la vergüenza ni otros desabrimientos que vuelven amargas y regañonas las dulzuras y los agrados de las huelgas y las festividades. Así poseía los embelesos de Madrid sin el más leve susto, sin la memoria de las muertes que me dejaba atrás, y mirando muy lejos a las amenazas de la que me espera. En fin, yo me hacía sordo a los porrazos que daba la eternidad a las puertas de mi consideración, y atrancaba por las fantasmas y holgorios del mundo, muy erguido y muy consolado con la imitación y conformidad de los demás vivientes, pues yo no he visto que ninguno deje de comer ni de holgarse a todo, ni que se haya tirado a morir porque se le pasó lo vivido, porque se le pasa lo que está viviendo, ni porque empieza a acabarse lo que le falta que vivir.

Corrían a esta sazón, con licencia de Dios y del rey, los papeles impresos de mi alcurnia, mi vida y mis quijotadas; y contribuyó mucho a mis recreos la buena cuenta de su despacho venturoso, porque además de haber ahogado las ideas mal intencionadas, las murmuraciones atrevidas y los pronósticos desconcertados de mis enemigos, me dejaron tantos reales, que aseguré en ellos, para más de un año, la olla, el vestido y los zapatos de mi larga familia; entresaqué cien ducados para mi entierro, por si les tocaba la china de la última sepultura a mis trozos, y aun me sobraron chanflones con que pude redimir la laceria de algún par de sopistas de los más envidiosos al buen acogimiento de mis trabajos y tareas.



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