Una mujer libre by Sharon Kendrick

Una mujer libre by Sharon Kendrick

autor:Sharon Kendrick
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2022-11-04T09:52:54+00:00


Capítulo 6

NO me puedo creer que esté ocurriendo esto —dijo Abigail con obstinación.

Oyó que Nick reía, burlón, de aquella forma que siempre la enfurecía. Debía recordar no quejarse tanto en lo sucesivo sobre sus apuros, porque Nick los encontraba tremendamente divertidos.

—¿Una sensación de irrealidad? —murmuró Nick, tensando el muslo mientras apretaba el acelerador—. Pues fija la vista en el horizonte, querida. Es suficientemente real, ¿no crees?

—No me refería a eso, y lo sabes de sobra —murmuró.

Pero guardó silencio, de todas formas, mientras transcurría el paisaje. Los árboles y los campos estaban cada vez más tachonados de casas a medida que se acercaban a Londres.

En los dos días transcurridos desde el entierro de Orlando habían ocurrido demasiadas cosas, y todas provocadas por Nick. Era el típico hombre que, una vez que tomaba una decisión, podía volver del revés el mundo de una mujer.

Pero era algo más que su decisión lo que la sorprendía; a lo largo de las cuarenta y ocho horas transcurridas, había revelado aspectos de su personalidad cuya existencia era insospechable.

Abigail no sabía qué era lo que esperaba de él, pero desde luego no era la amabilidad y la comprensión que Nick había demostrado la primera noche, después del entierro, cuando ella no quería irse a la cama y no se atrevía a confesarle el motivo.

En vez de asaetearla a preguntas, se quedó junto a ella en silencio, mientras tomaban una copa de brandy frente a la chimenea, que no dejaba de alimentar con más troncos a medida que transcurría la velada.

Estaba sentado en el sofá, leyendo un libro. Abigail no hacía nada; se quedó mirando las llamas, melancólica. De repente la había poseído una inmensa tristeza por la muerte de Orlando, pero no se encontraba preparada para compartir sus sentimientos con nadie, ni siquiera con Nick.

Cuando empezó a bostezar, él salió, para volver al cabo de un rato con una taza de infusión. Insistió en que la endulzara con un montón de miel antes de bebérsela. Después de tomársela, Abigail apenas era capaz de mantener los ojos abiertos, y él le dijo que ya era hora de que se fuera a la cama.

Abigail se preguntó si tendría intención de seguir hasta el final con su actitud protectora y llevarla en brazos al piso superior, y se sintió bastante decepcionada al ver que se limitaba a acompañarla por la escalera.

Una vez en su dormitorio, descubrió que Nick le había encendido la chimenea y había añadido piñas a las ascuas, de modo que el aire era cálido y aromático. Cerró los ojos en cuanto apagó la luz y le murmuró las buenas noches.

Era la primera vez que dormía sin sufrir terribles pesadillas desde su noche de bodas.

A la mañana siguiente, en vez de ir al banco a hablar con el señor Chambers, Nick insistió en que fuera el banquero el que visitara la casa, y para sorpresa de Abigail, consiguió convencerlo.

Cuando llegó el señor Chambers, como un perro obediente, Nick se adueñó al instante de la situación. Los tres se sentaron a la mesa del comedor.



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