Un lago místico by Carolina Ortigosa

Un lago místico by Carolina Ortigosa

autor:Carolina Ortigosa
La lengua: spa
Format: mobi
publicado: 2014-04-26T22:00:00+00:00


4

Todo estaba muy oscuro. Ni siquiera se podía ver a sí misma y un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando notó una presencia al otro lado de la puerta.

Estaba encerrada en un cobertizo que se parecía mucho a la parte trasera de su casa. Solo que ahora eran apenas unas ruinas, como si nadie hubiera vivido allí antes.

La puerta se abrió y entró el mismo hombre que visitaba el lugar cada día para llevarle comida. A Cintia le provocaba un miedo terrible, ya no solo porque hubiera anulado sus poderes y ni siquiera pudiera defenderse, sino porque había algo oscuro en él, lo sentía aún siendo un simple ser humano sin magia alguna.

El hombre se quedó mirándola, tenía el pelo negro muy largo, vestía de forma extraña, como si viniera de otra época, y en más de una ocasión se preguntó si no habría viajado en el tiempo a algún lugar remoto del Plano Místico. Le recordaba a esas historias sobre el Otro Lado, pero nunca se lo había imaginado así: se parecía mucho a Valle Azul, pero ese lugar era tenebroso, nunca salía el sol; más bien distinguía el día, porque una luz parecida a un atardecer, permanecía durante horas hasta que caía la noche. Era oscura y aterradora.

Cintia sabía que había otros seres merodeando fuera del lugar donde estaba encerrada, pero sin su magia, no podía saber de qué se trataba. Eso la asustaba mucho, pero por otro lado, casi prefería ignorarlo, no sabía a qué se enfrentaría.

—Come —ordenó el hombre.

—No tengo hambre, por mí puedes irte ya.

—Esa insolencia te dará muchos problemas, niña —dijo el hombre sonriendo.

—Me da igual, yo soy así. Y no me llames niña, tengo dieciocho años —replicó Cintia—. ¿Tú eres un brujo, no? ¿Vas a decirme ya por qué me tienes encerrada aquí?

—Eso no te importa. Pero de todos modos, presiento que en breve lo sabrás.

—Vendrán a por mí. Los Maestros te castigarán por haberme quitado mi magia.

La joven vio cómo el hombre se reía a carcajadas. Se sintió molesta, más que asustada, porque no sabía si se reía de ella o del comentario que había hecho.

Ambas cosas la enfurecieron.

—Tu corazón es tan negro como ese cabello que tienes —soltó ella.

La mirada del hombre la sobresaltó. Esos ojos penetrantes de color marrón le recordaban a alguien, pero no sabría decir a quién. Se arrepintió de sus palabras, pero no podía evitarlo, solía hablar siempre más de la cuenta.

—No sabes hasta qué punto la oscuridad se ha apoderado de mí, de ser así, no hablarías con tanta soltura, encanto —le guiñó un ojo y eso la confundió.

Era un hombre mayor de unos cuarenta años, bien podría ser su padre. No sabía qué interés podría tener en ella para mantenerla cautiva, pero no le gustaban las ideas que le rondaban por la cabeza.

—Puedes estar tranquila, solo necesito que te quedes hasta dentro de un rato. A quien quiero a mi lado es a tu hermana Valeria.

Se quedó paralizada un instante. Por el hecho de que conociera a su hermana, y porque la quería para algún fin, que seguramente no sería nada bueno.



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