El color de la magia by Terry Pratchett

El color de la magia by Terry Pratchett

autor:Terry Pratchett [Pratchett, Terry]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 1983-01-01T05:00:00+00:00


Cerca del borde

Se había invertido gran cantidad de tiempo en la fabricación. Ahora estaba casi terminada, y los esclavos limpiaron los últimos restos de barro que quedaban en el casco exterior.

Otros esclavos se dedicaban diligentemente a frotar los flancos metálicos con arena de plata, y el bronce nuevo adquiría un brillo sedoso. Seguía caliente, pese a llevar ya una semana enfriándose en el foso de fundición.

El Archiastrónomo de Krull hizo un leve gesto con la mano, y sus porteadores depositaron el trono a la sombra del casco.

Parece un pez, pensó. Un gran pez volador. Pero… ¿de qué mares?

—Desde luego, es algo magnífico —susurro—. Una auténtica obra de arte.

—La nave —respondió el fornido hombre que le acompañaba.

El Archiastrónomo se volvió poco a poco y levantó la vista hacia el rostro impasible del hombre. A ningún rostro le cuesta demasiado parecer impasible cuando tiene dos esferas doradas en lugar de ojos. Además, las esferas brillaban de una manera desconcertante.

—La nave, sí. Arte puro —dijo el astrónomo con una sonrisa—. Supongo que eres el mejor artesano de naves de todo el Mundodisco, Ojosdorados. ¿Estoy en lo cierto?

El artesano tardó un momento en contestar. Su cuerpo desnudo —desnudo, esto es, a excepción de un cinturón de herramientas, un ábaco de pulsera y un bronceado intenso— se tensó al considerar las implicaciones de esta última frase. Los ojos dorados parecían mirar hacia algún otro mundo.

—La respuesta es a la vez sí y no —contestó al fin.

Algunos de los astrónomos menores, de pie tras el trono, se sobresaltaron ante tamaña falta contra la etiqueta, pero el Archiastrónomo no pareció advertirla.

—Sigue —pidió.

—Carezco de algunas habilidades fundamentales. Pero soy Ojosdorados Manodeplata Dáctilos —continuó el artesano—. Y construí los Guerreros Metálicos que guardan la Tumba de Pitchiu, diseñé los Embalses de Luz del Gran Nef, y construí el Palacio de los Siete Desiertos. Pero… —Se rozó uno de los ojos, que dejó escapar un ligero tintineo—, cuando construí el ejército gólem para Pitchiu, éste me cubrió de oro y luego hizo que me sacaran los ojos, para que no pudiera crear ninguna otra obra que rivalizara con la que hice para él.

—Sabio, pero cruel —señaló compasivo el Archiastrónomo.

—Cierto. Así que aprendí a escuchar el temple de los metales, y a ver con los dedos. Aprendí a distinguir las menas por el sabor y el olor. Fabriqué estos ojos, pero no me sirven para ver. Más tarde, se me llamó para construir el Palacio de los Siete Desiertos, tras lo cual el Emir me cubrió de plata antes de cortarme la mano derecha, cosa que no me sorprendió del todo.

—Un grave inconveniente, considerando tu trabajo —asintió el Archiastrónomo.

—Utilicé parte de la plata para hacerme esta nueva mano, y apliqué en su fabricación mi insuperable conocimiento sobre palancas y fulcros. Con eso me basta. Después, creé el primer gran Embalse de Luz, con una capacidad de 50 000 horas de luz diarias. Los consejos tribales del Gran Nef me cubrieron de sedas finas, antes de encerrarme para que no escapara jamás.



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