Torquato Tasso by Johann Wolfgang von Goethe

Torquato Tasso by Johann Wolfgang von Goethe

autor:Johann Wolfgang von Goethe [Goethe, Johann Wolfgang von]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Teatro, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1789-12-31T16:00:00+00:00


TERCERA ESCENA

LEONORA (sola). ¡Qué pena me da ese hermoso corazón noble! ¡Qué triste suerte corresponde a su grandeza! Ay, ella pierde… ¿y tú, piensas ganar? ¿Es tan necesario, pues, que él se aleje? ¿Lo haces indispensable, para poseer para ti sola el corazón y el talento que hasta ahora compartes con otra, y que compartes desigualmente? ¿Es honrado obrar así? ¿No eres bastante rica? ¿Qué te falta aún? Marido, un hijo, bienes, rango y belleza, todo lo tienes, ¿y todavía le quieres tener a él, además de todo eso? ¿Le quieres? ¿Por qué, si no, no puedes privarte de él? Debes confesártelo. ¡Qué seductor es reflejarse en su hermoso espíritu! ¿No se hace doblemente grande y espléndida una dicha cuando su canto nos sostiene y eleva como en nubes celestes? ¡Entonces es cuando eres envidiable! Lo eres, no sólo tienes lo que muchos desean; sino que se sabe, todo el mundo conoce lo que tienes. Tu patria te nombra y te mira; es la más alta cima de toda delicia. ¿Acaso es Laura solamente el nombre que debe resonar en todos los laidos tiernos? ¿Y sólo Petrarca tenía derecho a divinizar a la hermosa desconocida[12]? ¿Dónde hay un hombre que se pueda comparar con mi amigo? Tal como la venera el mundo, así le nombrará la posteridad con veneración. ¡Qué espléndido es, en el fulgor de esta vida, tenerle al lado y con él acercarse así al porvenir con ligero paso! Entonces nada podrá contra ti el tiempo, ni la vejez; nada, la insolente crítica que acá y allá agita las ondas del aplauso: lo que es transitorio, lo conserva su canción. Serás aún hermosa, aún feliz, mucho después que el girar de las cosas te haya arrastrado consigo. Debes tenerle, y a ella no le quitas nada; pues su afecto hacia este hombre valioso es semejante a sus demás pasiones. Éstas brillan como el silencioso fulgor de la luna alumbrando parcamente el sendero al caminante por la noche: no calientan ni difunden alrededor alegría ni gozo de vivir. Ella se alegrará cuando le sepa lejano y feliz, tal como disfrutaba cuando le veía todos los días. Y además, yo no quiero desterrarme con mi amigo de ella y de esta Corte: volveré, y le volveré a traer conmigo. ¡Así ha de ser! ¡Aquí viene mi hosco amigo: vamos a ver si le podemos domar!



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