Un Amor Contra El Viento by Susanna Kearsley

Un Amor Contra El Viento by Susanna Kearsley

autor:Susanna Kearsley
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela romántica
ISBN: 9788401384479
publicado: 2011-01-01T05:00:00+00:00


21

Había muchas cosas que tenía que aprender antes que esa.

Fergal había decidido que, para evitar la posibilidad de que yo regresara un buen día y me viera sola como ya había ocurrido antes, debía saber cómo funcionaban la casa y lo que la rodeaba, desde el pequeño huerto de un terreno en bancales que se extendía por detrás de las caballerizas, hasta el pozo, junto al patio, del que sacaban el agua.

Inclinada sobre el brocal de piedra del pozo, vi mi reflejo ondulado al fondo.

—¿Se puede beber?

—Si fuéramos caballos, tal vez. Yo, desde luego, prefiero apagar la sed con cerveza y sidra.

De buena gana le habría servido un gran vaso de sidra para ponerlo de mejor humor. Había estado brusco y de mal genio, como me había advertido Daniel, y si no hubiera sabido que era su forma de demostrar preocupación, me lo habría tomado a pecho. Sabiéndolo, me pareció conmovedor, incluso halagador, que aquel hombre tan temible se tomara tan en serio su papel de protector.

Apartándose del pozo, dijo:

—Esta agua no te perjudica, pero de todos modos, para beber más vale limitarse a la cerveza. ¿Recuerdas dónde está guardada la cerveza?

Contesté obediente:

—En el tonel al lado de las escaleras de la bodega.

—Y si se acaba la cerveza, la sidra...

—La sidra hay que protegerla a toda costa —bromeé, para ver si le hacía sonreír.

Y sonrió un poquito, pero no se dio por satisfecho hasta que contesté debidamente y le dije dónde estaban escondidas las barricas de sidra que él tenía en tan gran estima. A continuación pregunté:

—¿De verdad Jack no sabe dónde están?

—No. Y te agradecería que lo mantuvieras en su ignorancia.

—Pero si tú te marchas y él está aquí cuando se me acabe la cerveza...

Fergal me aseguró en tono seco que había pocas probabilidades de que se me acabara la cerveza con Jack en la casa.

—En ese caso, se iría corriendo al Español a por ella, y no necesitaría mi sidra. Pero tú no puedes salir de Trelowarth sin Danny o sin mí, de modo que si la sidra te evita correr riesgos un día más, amén.

Desde el pozo me llevó hasta lo que yo esperaba que fuera nuestra última parada, porque mis piernas no podían seguir fácilmente el paso de Fergal. Contra la pared septentrional de las caballerizas se alzaba un pequeño cobertizo con el techo desvencijado.

—Y aquí tienes la leña —dijo Fergal, y abrió de un empujón la puerta para enseñarme los apretados montones de madera cortada—. Aunque con un poco de suerte, no tendrás que venir hasta aquí. Dejaré una buena provisión en la antecocina.

Cuando volvimos a la casa vi que Fergal ya había trabajado lo suyo en la antecocina, ordenando la comida en el armario para que yo encontrase sin dificultad las cosas necesarias para preparar gachas como las suyas.

—Si tenemos queso, y normalmente lo tenemos, estará ahí detrás, en una lata. Y esto —dijo, levantando la tapa de una pequeña barrica y sacando una tira correosa de algo—, esto es carne de vaca salada. La cruz del marinero, pero siempre guardamos un poco para el Sally.



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