Traiciones ocultas by L. M. Perona

Traiciones ocultas by L. M. Perona

autor:L. M. Perona [Perona, L. M.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2022-08-15T00:00:00+00:00


[ 21 ]

LIVY APAGÓ el interruptor de la cafetera, cogió una taza del armario de la cocina y se sirvió un café hasta arriba. Se dio la vuelta y miró la jarra de zumo de naranja que acababa de exprimir, las tostadas calientes, el tarro de mermelada, la mantequilla, las tortitas y los huevos revueltos, todo extendido sobre el mostrador.

Quizás se había excedido, y/o precipitado.

Sabía que Jack no había comido en dos días, así que se había puesto a preparar un desayuno (tardío, eran las once, casi la hora de almorzar) con todo lo que se le ocurrió y que tenía en casa. Pero cuando tuvo la encimera de la cocina como si fuera el buffet de un hotel, se dio cuenta de que no iba a despertarle solo para que comiera. Y todo aquello iba a enfriarse.

Se había puesto a cocinar casi sin pensar, porque no podía estarse quieta.

La noche anterior le había dejado en la habitación de invitados. Apenas había murmurado un buenas noches, o hasta mañana, o algo parecido, antes de caer en la cama como un peso muerto.

A ella le había costado volver a dormirse. De repente, a las tres y media de la mañana, se sentía más despierta de lo que se había sentido en dos días. No podía dejar de pensar en Jack, en Jack vivo, en Albert muerto, en un coche que se había incendiado con dos personas dentro.

Ninguna de las cuales era Jack.

Una de las cuales era Albert.

Al final se había quedado dormida sin darse cuenta.

Cuando se despertó, no había resistido la tentación de abrir la puerta de la habitación de invitados una rendija, ver la forma de Jack en la cama —en la misma posición en la que había caído unas horas antes—, volver a cerrar y bajar a desayunar.

A pesar del montón de ropa inservible que Jack había dejado en el baño el día anterior —la había metido en una bolsa de basura— y de los restos de algodones y vendas en la mini papelera del baño, hasta que no vio a Jack en la habitación de invitados, no se convenció de que no lo había soñado todo.

De repente le entró un hambre atroz, viendo toda aquella comida sobre la barra de desayunos de la cocina. Ni recordaba cuándo había sido la última vez que había comido. Se estaba sentando en un taburete para ponerse a ello, cuando sonó el timbre de la puerta.

Dio un respingo, sobresaltada por el ruido.

Tardó un par de segundos en reaccionar, y cuando lo hizo fue a abrir la puerta.

El inspector estaba al otro lado, la gabardina agitándose con el viento que ululaba afuera, desapacible.

—Livy —dijo, en un tono suave y afectuoso. El mismo que había usado con ella todos aquellos días. Se sintió culpable al instante.

Le miró con los ojos muy abiertos, sin saber cómo reaccionar.

Lo que sí sabía era que la gente tenía que empezar a llamar por teléfono, en vez de presentarse en su casa sin más.

—Mike. —Se apartó para dejarle pasar y cerró la puerta tras él—.



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