El buitre de Overton by Raf Segrram

El buitre de Overton by Raf Segrram

autor:Raf Segrram
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Aventuras, Novela
publicado: 2017-02-12T23:00:00+00:00


CAPÍTULO V

Erguido, haciéndose bien visible por si como suponía, era observado, Mickey llegó al promontorio denominado «Pico de Halcón», lo rodeó hasta el Sur y en la base, sujeto con varias piedras, dejó un papel. Volvió luego a montar y encaminóse otra ver al pueblo.

Estaba convencido de que viéndole comportarse de aquella manera, Red no dudaría de que cumplía en un todo lo acordado.

Allá quedaban, convenientemente ocultos en los alrededores, desde varias horas antes, sus pistoleros Bowny Mouse, así como Frank Hecht, sheriff de Overton y media docena de auxiliares suyos. Entre todos, guardando distancias de trescientos metros, tenían rodeado el alto grupo pedregoso donde esperaban cazar a un hombre impunemente.

En realidad, sólo Hecht sabía que el objetivo era Ketelby. Stone se lo había dicho confidencialmente, y el sheriff compartió los temores de aquél, relativos a que si sus hombres se enteraban de la clase de personaje con quien iban a combatir, se dejarían dominar por el pánico y su labor distaría mucho de ser eficaz.

El propio Frank Hecht veíase acometido por muy serios temores y hubiera querido que no se le deparase aquella ocasión de lucir sus facultades. En primer lugar, el celebérrimo aventurero no se hallaba fuera de la ley y su muerte, en caso de ocurrir, podría acarrearle disgustos; en segundo, estaba el temor al fracaso y sus naturales consecuencias, pero… Stone mandaba, y la obediencia se imponía. Al sheriff le sobraban motivos para saber que el hombre de presa contaba con medios para hundirle cuando se le antojase.

Tuvo que aceptar la misión. ¡Qué remedio…! Si abatían a Red, buscarían la forma de justificar su muerte ante las autoridades superiores.

Hecht conocía perfectamente el sitio donde la emocionante escena iba a desarrollarse y desde su oficina, eligió los escondrijos en que habían de apostarse los «cazadores». Trazó un plano, lo mostró a todos ellos, y sin más explicaciones que las de que habían de liquidar a un bandido peligroso, les fue enviando separadamente en el transcurso del día con la orden rigurosa de pasar inadvertidos, esconderse bien una vez llegados, hacer acopio de paciencia y disparar sobre la persona que vieran acercarse a recoger lo que Mickey Stone dejara al pie del «Pico de Halcón». Reservóse un lugar estratégico y lo ocupó cuando mediaba la tarde.

En cuanto a los pistoleros, su amo les dijo que querían hacerle víctima de un chantaje y que, de acuerdo con el sheriff, les encomendaba la misión de acabar con el chantajista. Protestaron los dos miserables. ¿Por qué mezclar al representante de la ley en el asunto? ¿No se bastaban y sobraban ellos para rellenar de plomo el cuerpo de quien fuese?

Stone sonrió, halagado.

—Tengo plena confianza en vosotros —les respondió— pero, dada la importancia del asunto, he querido adoptar todo género de precauciones.

Les señaló los puestos que Hecht les destinara, recomendóles la máxima cautela y les despidió deseándoles buena suerte.

* * *

La noche había caído hacía rato sin que nada alterase la calma de aquel sitio abrupto e inhospitalario.

Los que acechaban iban desesperándose…



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