La original rebelión del cabo Asch by Hans Hellmut Kirst

La original rebelión del cabo Asch by Hans Hellmut Kirst

autor:Hans Hellmut Kirst [Kirst, Hans Hellmut]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Humor, Otros, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1954-01-01T00:00:00+00:00


ELISABETH Freitag experimentaba las más extrañas sensaciones. Unas veces se sentía impulsada hacia delante por una ola de alegría; otras se veía sumida en una melancolía tenue como un velo. Jamás había vivido, antes de ahora, nada de esto y lo aceptaba con alucinado asombro. Una muchacha más sentimental que ella habría exclamado: «¡Estoy enamorada!» Ella se limitó a decir: «Algo hay en mí que, al parecer, no marcha bien».

El trabajo de la cantina, que otras veces le había parecido monótono, le resultaba ahora extraordinariamente entretenido, y aun excitante, en cierto modo. Y mientras limpiaba los vasos tenía una idea fija: de un momento a otro puede abrirse la puerta y entrar algo sorprendente, extraordinario, seguramente agradable. En una palabra: puede entrar Herbert Asch.

Herbert Asch entró poco antes de terminar el descanso de mediodía. Elisabeth creyó sonrojarse, lo cual, naturalmente, no era cierto, y se esforzó en parecer indiferente.

—¡Qué visita tan extraordinaria! —dijo.

Asch le tendió la mano.

—Tengo que marcharme en seguida —afirmó—; sólo quería decirte que esta tarde iré a tu casa.

—¡Qué honor para nosotros! —dijo Elisabeth, que estaba un tanto disgustada de su excesiva prisa y de su falta de ternura—. ¿Quieres que pongamos colgaduras en la entrada?

—Vamos, vamos —dijo Asch, tranquilo—; no juegues al inocente ofendido. Es verdad que no tengo tiempo. Tengo muchas cosas entre manos.

—Esto me parece a mí también —dijo, mordaz, Elisabeth—. Tienes muchísimo que hacer. Estoy muy emocionada de que, aun así, hayas encontrado un minuto para decirme buenos días.

—Tal vez pase otra vez más tarde. Si no, nos veremos esta noche en tu casa. Y, por favor, dile a tu padre que deseo hablarle.

—¿Tienes algún otro encargo? ¿No? ¿Y por qué quieres hablar a mi padre? ¡No será por mí!

El cabo Asch se encontraba ya junto a la puerta. Le dirigió una sonrisa, pero Elisabeth adivinó perfectamente que en ella no había nada de la serena efusión de otras veces.

—No quiero hablar de ti a tu padre. Creo que esto apenas si hace falta.

—¿Es que ya me has dado de baja? ¿O crees, acaso, que ya me has adquirido?

—Tengo prisa —dijo Asch—. Cuando disponga de más tiempo hablaremos de esto con detalle.

—¿Y cuándo será esto?

—Espero que muy pronto, Elisabeth. Cuando haya pasado todo esto.

—¿Cuando haya pasado qué?

—Ahora tengo que irme. Adiós, Betty.

El cabo Asch abría la puerta dispuesto a marcharse.

—Yo no soy un caballo —gritó, molesta, Elisabeth—. Betty es nombre de caballo. ¿Volverás a pasar más tarde?

—Si puedo, con mucho gusto, Betty. —Asch cerró la puerta tras él. Ella oyó el repiquetear de sus botas claveteadas sobre la escalera de piedra. Sacudió la cabeza. No sabía exactamente qué pensar de él. Pero comprendió inmediatamente que no podía sentirse enfadada con Asch y esto la irritaba.

Elisabeth ordenaba los bonos que se habían recogido durante el descanso de mediodía. La venta había sido mejor que otras veces. Los suboficiales de la tercera batería, sobre todo, habían comido mucho y bebido más, en especial bebidas refrescantes. Parecía, a través de sus animadas charlas, que la noche anterior la habían pasado en una francachela que les había dejado rendidos.



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